La Habana, Cuba. – Madres, padres y descendientes llegan a coincidir como adultos mayores, a partir de los 60 años, cuando cesa la vida laboral para la mujer cubana, y un lustro después en el hombre.
Al jubilarse cumplen añoranzas en su vida diaria, como el levantarse a la hora deseada, dedicar tiempo a aficiones por las plantas u otras, y encontrarse con familiares y amigos, además de hacer vida social.
Regocijo y alivio es para adultos mayores la atención prodigada a ellos cuando ya no pueden salir solos, las rodillas les fallan al caminar o el peso de los años y dolencias les limitan tareas domésticas.
Asegurar el plato de comida a un familiar en esa etapa de la vida aligera tensiones ante las muchas carencias, pero más lo complementa la compañía mientras degusta el alimento, sin importar si llega al paladar con el sabor real o el del manjar imaginario.
Reorientar el proyecto de vida
En el ocaso laboral se reorienta el proyecto de vida, aunque sin colgarse de accesorio el bolso de la bodega, ni andar de cola en cola, o de cuidador excesivo de los nietos.
Cada día ofrece el deleite de su entorno urbano o rural, la sombra de un parque, comprar algo a gusto, asistir al círculo de abuelos y alguna salida con colegas o amigos postergada por el trabajo.
Los turnos médicos, la farmacia o el cobro de la pensión tampoco son exclusivos para ir a la calle, pues hay quizás presentaciones artísticas, un nuevo libro y hasta la visita a una institución cultural o algún centro recreativo.
Envejecer con calidad de vida es de los retos en el mundo, cuando todos los países marchan hacia sociedades más envejecidas, y se prevé que al concluir la primera mitad del presente siglo, uno de cada cuatro latinoamericanos será una persona adulta mayor.