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Los cubanos, en el pasado siglo, mantuvieron siempre los brazos abiertos a todas las innovaciones.

El barco de vapor fue utilizado para el servicio de cabotaje apenas 11 años después de que Fuiton probó en el Hudson que el vapor era aplicable a la navegación. Situación similar ocurrió con la máquina de escribir.

Destaca un reportaje publicado en la revista Bohemia, en 1952, que en los expedientes de 1887 del Consejo de Administración de la Isla de Cuba, se encontró informes del doctor Antonio González de Mendoza, Consejero de Administración, escritos a máquina, lo que permite creer que fue ese letrado quien importó la primera máquina de ese tipo en la Isla. Años más tarde, el Gobierno Interventor primero, y luego la República, ofrecieron amplio campo a los mecanógrafos.

Premio al mejor taquígrafo

En 1909 la necesidad era tan sentida que el Instituto Provincial de La Habana contaba con una cátedra de Taquigrafía y Mecanografía, a cargo del señor Frank Betancourt.  Ese criollo, asegura el reportaje de la revista Bohemia, fue el primer cubano que estudió taquigrafía y mecanografía en los Estados Unidos.

A inicios de octubre de ese año, el Instituto Provincial de La Habana convocó al primer concurso de mecanografía efectuado en Cuba, y podían formar parte en él los alumnos de ese plantel.

El certamen tenía como objetivo premiar al que mejor y más rápidamente tradujera en máquina un dictado taquigráfico y escoger el campeón de resistencia, declarándose triunfador al que más palabras escribiera durante dos horas de dictado.

Los premios consistieron en medallas de oro y plata, donadas por representantes de las casas norteamericanas que se disputaban el creciente mercado de La Habana.