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Sancti Spíritus, Cuba. -En el quirófano del Hospital Pediátrico de Sancti Spíritus, donde la vida se sostiene entre monitores y vigilias discretas, la anestesióloga Ailyn Cruz Guinaga, amarra la mascarilla con la misma reverencia del primer día, consciente de que cada jornada es una promesa renovada.

En ese universo quirúrgico, los anestesiólogos son los primeros en recibir al paciente antes del sueño inducido y los últimos en despedirlo al despertar, por lo que Ailyn ha aprendido a escuchar más allá de los sonidos clínicos.

Emocionada, confiesa que la pérdida de un paciente deja un vacío irreparable, aunque, tras 12 años de experiencia, ha aprendido a convivir con ese dolor y a seguir firme porque otros la necesitan serena, despierta.

En el Hospital Pediátrico de Sancti Spíritus, donde la anestesiología también salva, la vocación de Ailyn Cruz Guinaga se teje en silencio, como una forma de amor que cuida sin ser visto.