
La pelota, esa necesidad espiritual que nos une y emociona como cubanos. Foto: Tomada de Radio Rebelde
La Habana, Cuba.- Deben vigorizarse las venas poéticas y pujantes del béisbol cubano, esas que le dieron la mano a una historia comprometida de fe e ideas, y que recuerdan gloriosos himnos y testimonios de éxitos a pecho descubierto.
Es cierto que la actual trama beisbolera doméstica viaja afiebrada espiritualmente. Sin embargo, su necesario camino de redención debe resultar tan liberador como esos recuerdos que perpetúan un pasado que nos define y no podemos olvidar.
Ese espíritu permitirá evolucionar, también vencer el temor de quienes se escudan en cansinas tesis que anidan conformismos. Al béisbol nacional le apremia descubrir un nuevo y feliz horizonte.
Ello permitirá tributar a las fieles y enraizadas parroquias que lo convirtieron en sustento anímico, un robustecido espectáculo que hace más de un siglo se cultiva con pasión.
Arte y ritual vivo que destila cubanía
Encontrar un equilibrio entre los gloriosos relatos del pasado y los acontecimientos que nos sacuden en la actualidad, es inapelable camino de acción para el béisbol cubano.
De la profundidad de análisis y acción que broten de ese parto, nacerá un pozo de sabiduría y satisfacción del que beberemos más de un vaso de gloria. Es cierto que sobre la marcha dudas y temores podrán ser pasajeros habituales.
Por eso, ante tamaños rivales de hormigón, constancia, determinación y lucidez serán pilares de feliz premio.
La pelota, esa necesidad espiritual que nos une y emociona como cubanos, es también arte y ritual vivo, al que nada humano le es ajeno. Por suerte, es como una ola sucesiva que nos convoca y estremece.