La Habana, Cuba.- Serios y contundentes, y subidos en la ola de optimismo que les permitió repletar estadios y estremecer de pasión a la afición, transitaron los equipos involucrados en la semifinal de la Serie Beisbolera en Cuba.
Fueron días frenéticos salpicados con partidos de máxima exigencia. Algunos definidos con autoridad, otros convertidos en guerras de hasta el último aliento.
Quiso el destino, y por supuesto las reglas pre-competencia, que sólo dos avanzaran a la gran final, donde deberán tirar de épica, para aguantar los arrebatos rivales y plantar bandera en la cima.
Tanta emoción beisbolera transfiere a la geografía nacional una necesaria bocanada de aire fresco, más aún cuando en la Serie cubana abundan los peloteros rasos de fe infinita, que tratan de acicalar el evidente declive.
Sí, pero no
Bravos y ávidos irrumpieron los protagonistas de la semifinal beisbolera nacional.
Tanto ímpetu no solo destiló emociones, también ratificó las falencias, esas que nos retratan internacionalmente como un equipo sin hueso, al que la mayoría de los retos les resultan plomizos.
A la pelota cubana le urge encomendarse al extraordinario respiradero que tiene por toda la isla. Rescatar áreas, incentivar a los entrenadores de la base y robustecer la captación de talentos son tareas de orden ya lanzadas hace algún tiempo.
Es cierto que el éxodo continuado de talento lastra en algo ese necesario curso de acción, sin embargo, bajar los brazos y escudarse en lamentaciones solo extenderán una sequía, que solo se humedece cuando comienzan los play off.