
Yunior Reytor tiene los músculos en tensión y una sed de superación que no cesa. Foto: Foto: Devin Manky/Tomada de JR.
La victoria ha sido siempre una dama escurridiza, y para muchos difícil de seducir. A pesar de su naturaleza aparentemente accesible, insiste en resistírsele a una mayoría de fieles y tenaces hombres, que persiguen un baile junto a ella.
Uno de esos incansables valientes, nació en esta Isla, se nombra Yunior Reytor y su espada busca llegar al fondo de una cuestión que se antoja complicada. ¿Será capaz el acero cubano de ensartar la sonrisa en la Copa del Mundo de Esgrima en Hungría, donde el deseo de supervivencia de las mejores hojas aceradas del orbe, es abrochar la satisfacción?
La interrogante también aborda a nuestro representante que enfocado, tranquilo y optimista, asume el complicado simbolismo de una disciplina, que sin histrionismos persigue robustecer su personalidad, forjada a base de triunfos, medallas y gestas.
Lección positiva
Nuestro protagonista tiene los músculos en tensión y una sed de superación que no cesa. Abre bien los ojos y aprecia cómo arde el mar de hostilidades en la Copa del Mundo de Esgrima.
Durante la brega, el espadachín Yunior Reytor, no lanza siquiera una tregua, defiende una costa lejana pero bella y necesaria, que se llama Cuba. Se cita en Hungría, donde se bate una hornada de fieros atletas para los que la derrota no tiene lugar en su bitácora de navegación.
Entre estocadas y sudores, el criollo va cincelando con su acero presente y futuro, por su mente desfilan, sueños, satisfacciones y tropiezos.
Todos se hospedan en su alforja, hambrienta de esos ingredientes, que además robustecer la vida, son lección para los venideros retos de la espada que bien maneja el cubano Yunior Reytor.