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Carlos del Porto Blanco

Se viven tiempos de zozobra. El fascismo y la ultraderecha ganan terreno en todos los continentes, determinados políticos no esconden sus ideas misóginas, racistas y supremacistas, y para hacer más tenebrosos el escenario, los misiles vuelan por los cielos de varias naciones. Esos los motivos que me decidieron a publicar esta nota sobre un cuadro, que constituye una denuncia directa al fascismo. El Guernica de Pablo Picasso, el que fue inspirado por el bombardeo realizado contra el poblado vasco de Guernica, por parte de la Legión Cóndor perteneciente a la Luftwaffe (aviación de combate alemana) y la Aviación Legionaria italiana el 26 de abril de 1937

Cuando los soldados alemanes solían venir a mi estudio y mirar mis fotos de Guernica, preguntaban “¿Hiciste esto?”. Y yo les respondía, No, tu lo hiciste. Pablo Picasso

Icono de la Guerra Civil española, del anti belicismo mundial y de la lucha por la libertad, Guernica es una de las imágenes más emblemáticas del mundo contemporáneo y último gran cuadro histórico de la tradición europea. Convertido en símbolo universal de la matanza indiscriminada en cualquier lugar del mundo en que esta se produzca, lleva implícito un mensaje de resistencia al autoritarismo y contra el ascenso de los fascismos en Europa. Al mismo tiempo reivindica, desde el espíritu de la modernidad, el intento de la vanguardia por asumir una función política y entablar un dialogo directo con el espectador al que seduce con un espectáculo de muerte y tragedia.

Pablo Picasso (Málaga, Andalucía, España, 25 de octubre de 1881/ Mougins, Francia, 8 de abril de 1973) pintó Guernica por encargo del Gobierno de la república para el Pabellón Español en la Exposition Internationale des Arts et Techniques dans la Vie Moderne (Exposición Internacional de las Artes y las Técnicas en la Vida Moderna) de París, Francia, en 1937. El Gobierno español, se propuso utilizar el Pabellón como instrumento de denuncia política que reflejara el drama que se vivía en el país, en plena Guerra Civil tras la sublevación del ejercito contra el Gobierno de la II República. La participación española se convirtió así en una oportunidad para difundir el conflicto en la búsqueda de apoyo internacional. Para ello contaba con algunos de los artistas e intelectuales más importantes del país como Joan Miró, Julio González y el propio Picasso, el cual, tras recibir encargo, pasó los siguientes meses indeciso, sin pintar nada, y con una única idea como tema de la obra: El estudio, una alegoría de la pintura representada por el pintor y la modelo.

El día 26 de abril de 1937 aviones perteneciente a la Luftwaffe (aviación de combate alemana) y la Aviación Legionaria italiana, en apoyo a las tropas nacionales sublevadas bajo el mando del general Francisco Franco, lanzaron bombas incendiarias sobre Guernica, ciudad fundamental en la tradición política vasca. En Bilbao, ciudad vasca, se encontraban algunos de los corresponsales de prensa extranjera que cubrían los acontecimientos del frente norte de la guerra. El mismo día del bombardeo se trasladaron a Guernica recogiendo las imágenes y los testimonios que llegaron a la prensa internacional al día siguiente y que conmocionaron al mundo entero.

La noticia del ataque a un enclave sin interés militar y con una población civil compuesta fundamentalmente por mujeres y niños, se extendió por toda Europa, provocando que la tradicional manifestación por el Día Internacional del Trabajo del 1 de mayo en París, se convirtiese en una muestra de solidaridad y apoyo a España. La búsqueda de un tema había acabado. Ese mismo día Picasso realizó el primer apunte de lo que sería el gran mural (3.50 metros por 7.87 metros) inspirándose en la destrucción causada a la ciudad por el bombardeo. Los dibujos y obras preparatorias realizadas antes y durante la concepción de Guernica, revelaban el planteamiento original y las fases de ejecución de la obra, precisando y matizando su significado, y funcionando juntos a modo de retablo moderno.

El proceso de creación, que duró aproximadamente un mes, fue fotografiado por la entonces compañera de Picasso. Dora Maar, constituyendo uno de los ejemplos mejor documentados del proceso de creación de una obra en toda la historia del arte. Guernica resumía las innovaciones en el lenguaje artístico de Picasso llevadas a cabo en los últimos treinta años, presentes ya en Sueño y mentira de Franco (1937) y que definirían su obra posterior. No hacía falta inventar nada nuevo. El estilo picassiano, síntesis de deformación poscubista y de simbolismo surrealista, se manifestó como el más adecuado para mostrar la muerte y el sufrimiento. Los lenguajes de la vanguardia se superponían de forma natural a una composición clásica con esquema piramidal y organización simétrica, recuperando el espíritu del barroco español con su exceso trágico y su fascinación por el dolor. La elección del blanco y el negro eliminaba toda intención anecdótica y hedonista, convirtiendo la grisalla en el mas certero modo de expresión. Bajo el influjo de la tradición y de los grandes maestros Picasso representaba las terribles consecuencias de la guerra a la luz de la bombilla eléctrica, símbolo del progreso técnico homenajeado en la exposición de París, sustituyendo a la tradicional vela.

El estatismo de la composición, imagen congelada fotográficamente, era un elemento sustancial que convertía el mural en una tabla viva. Una escenografía teatral a modo de decorado efímero, en la que se representaba el gran teatro de la Guerra Civil Española con un magistral dominio de los efectos teatrales del Picasso decorador de los ballets rusos. Para ello recuperaba el ritual de la muerte y pasión de la mítica corrida de toros, en la que los protagonistas, las mujeres, el toro, y el caballo adquirían la condición de, quizás la más extrema expresión de dolor de la historia del arte. Esas mujeres, encarnadas en Dora Maar, serán el objeto fundamental de sus obras posteriores, los “Postcriptos”, en los cuales el grito y el sufrimiento se manifestaban a través de bocas abiertas, lenguas como puñales y ojos transmutados en agujas, barcos o fuentes que se vacían de lágrimas.

Tras la clausura de la exposición se programó un recorrido de la obra por diferentes países europeos y ciudades de Estados Unidos con el fin de recaudar fondos para la causa republicana y los refugiados españoles. La situación política en España y el estallido de la Segunda Guerra Mundial obligó a Picasso en 1939 a nombrar al Museo de Arte Moderno de New York, MoMA, depositario de la obra hasta que según manifestó en ese momento, se restaurase el gobierno legitimo de la Republica en España. Antes de su muerte y tras percibirse los primeros indicios de cambio político, el artista cambió la clausula que concedía al museo la custodia, expresando su deseo de que Guernica fuese devuelto al Estado español cuando se recuperasen las libertades democráticas.

Con la muerte de Franco se inician los trámites para el regreso del cuadro después de cuarenta años de exilio de un país en el que nunca había estado. Guernica y el legado que le acompaña llegaron por fin a España en 1981, convirtiéndose en todo un símbolo del fin de la transición y la reconciliación nacional, siendo adscrito en 1992 al Museo Reina Sofía.

Observando lo titulares de cada día es probable que algún artista plástico pinté, para la posteridad, otro grito de dolor y protesta, éste quizás se nombré Gaza, Rafah o Jan Yunis. Solo espero que sea el último con estos motivos. Nunca más.

Elaborado con notas del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia, Madrid, España

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