La Habana, Cuba. – Cada vez que se piense en Juan Almeida Bosque, otra figura paradigmática de la historia cubana, llega a nuestra memoria: Antonio Maceo.
Los puntos de comparación resultan múltiples y precisos, salvando las distancias epocales, pero dos al menos refurgen como llamaradas: el carácter humilde exigido por las circunstancias a elevarse hasta la dimención de conductores de ejércitos, y la fidelidad al concepto de Patria.
La estirpe maceista de Juan Almeida Bosque, tuvo su inicial momento de confirmación tres días después del desembarco del Granma durante el combate de Alegría de Pío. Conminados los rebeldes por el ejército batistiano, la voz de Almeida se irguió sobre el ruido de los disparos: Aquí no se rinde nadie, y como apóstrofe un término que la prensa escrita reproduce con tres puntos suspensivos, y la radio con silencio. Aunque cada cubano sabe muy claro qué dice cuando no se dice.
Construye la vida entre nosotros
Juan Almeida Bosque nació en La Habana el 17 de febrero de 1927, y cuando decidió acompañar a Fidel al Moncada, era un obrero albañil, tal vez esa condición lo llevó a estar siempre a la vanguardia, en el centro del huracán, allí donde se generaban las fuerzas para edificar la Revolución.
Y para acentuar la comparación con Maceo, en Almeida se cumplió la frase martiana: tiene tanta fuerza en la mente como en el brazo. No solo se limitó a participar en los hechos de la Historia, sino que escribió una docena de libros para el disfrute por las generaciones venideras, y como si fuera poco, también fue poeta y músico.
Compuso más de 300 piezas musicales. Juan Almeida Bosque falleció el 11 de septiembre de 2009, pero el albañil comandante sigue construyendo entre nosotros el edificio común que habitamos.