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La Habana, Cuba. – Que las posibilidades de interacción han aumentado y se han hecho cada vez más instantáneas para los niños a través de los ecosistemas digitales resulta un hecho innegable.

Los modos de socialización han encontrado nuevos horizontes mediante los espacios en red, las maneras de hallarnos y comunicarnos están presentes casi siempre. Pero hay matices y formas en esos procesos de intercambio y vínculo entre unos y otros que han acabado despertando no pocas preocupaciones.

Cabría preguntarse si nuestros hijos, sobrinos o niños del barrio juegan de la misma manera que como lo hicimos nosotros o lo hicieron nuestras generaciones precedentes.

Cuando en las primeras edades de vida el interés por probar los modos de entretenimiento en los espacios digitales, más que una nueva opción que ayuda al divertimento y el  aprendizaje, se convierte en un hábito marcado, bien valdría ver qué pasa.

Adicción a los juegos, asunto que no es de juego

Parece este un tema sencillo y hasta inadvertido para algunas familias, pero tiene múltiples aristas, tan interesantes como peligrosas.

Aquello que una vez comienza como una simple práctica para que el niño pase el tiempo y se entretenga, de no cuidarse en sus formas y equilibrarse en las maneras en que se realiza, fácilmente puede derivar en un problema.

Y es que se debe evitar que el saludable hecho de que los infantes prueben destrezas con los nuevos dispositivos digitales, como nativos de una era en que la tecnología transverzaliza nuestras vidas, concentre todas las atenciones del pequeño o inhiba las ganas de compartir roles con otros niños en el mundo físico.

La observación sistemática y el cuidado de todos en casa es vital para que el problema NO aflore o traiga consecuencias a mediano y largo plazos.