La Habana, Cuba. – La institución académica primada de Cuba está de cumpleaños el 5 de enero de 2023 y extenderá las celebraciones por todo el año 2023.
Los aniversarios cerrados tienen una magia singular. Por regla marcan en el tiempo un sinnúmero de trascendencias, en este caso, significan las de carácter científico, cultural, político y social de los últimos cinco años, donde ha estado inserta —con un rol protagónico— en los eventos más importantes de la vida del país. Cuando pensamos en la Universidad de La Habana viene a la memoria que por sus casi tricentenarios espacios han pasado varias generaciones de cubanos, por igual, un número significativo de estudiantes extranjeros de pregrado y postgrado.
En sus aulas se han formado, con la mejor síntesis de la cultura nacional y universal, personalidades cimeras, inmortalizadas en el patrimonio universitario, especialmente en el Aula Magna, espacio donde destacan al Presbítero Félix Varela, el Dr. Carlos Juan Finlay, el destacado naturalista Felipe Poey, el patriota y abogado Ignacio Agramonte, y el presidente estudiantil Julio Antonio Mella. La lista sería interminable si sumamos a contemporáneos literatos, historiadores, científicos e investigadores que han marcado pautas en el devenir sociocultural, sociopolítico y socioeconómico de la Nación.
Al arribar a este día habrán pasado 295 años desde que en igual fecha, pero de 1728, la Orden de Predicadores o Dominicos diera cumplimiento a la petición hecha el 12 de diciembre de 1721 por el Papa Inocencio XIII, con la cual inspiraba a las autoridades religiosas y del gobierno insular a fundar una universidad en la Isla.
La necesidad de sustentar en La Capitanía General de Cuba (y en los territorios que gobernaba) el dominio del Imperio Español, a través de la cultura colonial existente, fue sugerida su creación a través del “sub annulo piscatoris”. Orden de profunda ideología religiosa que fue sometida a un dilatado litigio de seis años y cuatro meses hasta llegar a abrir las aulas por primera vez —siendo la decimotercera universidad en el Caribe y la decimoquinta en Latinoamérica—, surgía así, en el Convento San Juan de Letrán, la primera Casa de Altos Estudios en La Habana.
En su devenir, seis denominaciones de carácter histórico, político y científico tuvieron lugar para nombrarla, según Torres Cuevas (2014), incluidas las cuatro otorgadas a partir de mayo de 1902, ya ubicada en el actual enclave en la otrora Loma de Aróstegui.
El primer nombramiento la reconoció como Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana y lo conservó hasta 1842; luego fue nombrada Real y Literaria Universidad de La Habana hasta 1898; con posterioridad fue identificada como Universidad Nacional o Universidad de La Habana hasta 1940, nombre que mantuvo hasta 1958, etapa política convulsa. En los predios de la Colina primó la lucha revolucionaria contra la corrupción y el entreguismo de la mafia universitaria y de esta a los gobiernos de Grau y Batista, siendo su máximo exponente el joven estudiante de Derecho Fidel Castro.
La quinta denominación —signada por una época de cambios socioeconómicos rotundos— fue la de Universidad de La Habana, transcurría el periodo de la Revolución en el poder, iniciado en 1959. Desde 1976, con la creación del Ministerio de Educación Superior, se ratificó el nombre de Universidad de La Habana hasta nuestros días.
La institución docente y de investigación —un monumento arquitectónico a la belleza, oficialmente declarada Monumento Nacional en 1978— cuenta con un claustro de excelencia y llega a sus casi trescientos años ubicada en un lugar honorable en el ranking mundial (467 del QS World University Rankings 2023), reconocimiento que la comunidad universitaria también celebra con beneplácito, pues denota la calidad con que fluyen la sabiduría, el compromiso y la entrega entre los muros, cada vez más virtuales, del Alma Mater de la Educación Superior Cubana.
Merecidas felicitaciones a los profesores y estudiantes de la Universidad de La Habana, por igual al pueblo cubano, por contar con una institución de significación histórica y de prestigio global, donde sus hijos serán bien recibidos y se formarán en los mejores valores universales, con un fuerte arraigo de cubanía y cubanidad, sintetizados en el amor a la Patria.