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La Habana, Cuba. – En el interés por explorar los distintos universos vitales en los que convivimos con la tecnología es oportuno interrogarnos primeramente desde el ámbito de la familia. ¿Cómo son ahora nuestras relaciones en casa? ¿De qué modo han cambiado las dinámicas en el hogar con la internet, los datos móviles o el consumo del paquete? ¿Qué incidencia tienen las tecnologías en el vínculo, o desvínculo, con nuestros padres, hermanos y abuelos? ¿Cómo acortamos distancias o aminoramos nostalgias a través de las redes sociales?¿Cuán dependientes somos del celular?¿Cuánto influyen en nuestras vidas las representaciones del mundo real que discurren por el ecosistema de las redes sociales?¿Cuál es el costo desde el punto de vista afectivo y emotivo de una mayor interacción social propiciada hoy por las tecnologías?.

Cada una de estas preguntas implica para cada persona más de una respuesta.

Familia que cambia, ¿Familia nueva?

Nadie duda que el uso creciente de las tecnologías nos ha sumergido en nuevas dinámicas familia adentro. Han variado, sobre todo, roles y tiempos.

Lo que antes era una llamada telefónica ahora puede ser una videollamada a través de whatsapp. Y todos los miembros del familión interactúan, sin importar distancias ni husos horarios.

Por citar otro ejemplo de nuevas rutinas, quizás antes se reservaba un tiempo para cierta tertulia en el portal o la sala, todos atentos uno a otros. Pero eso que antes fue momento de todos, hoy se nos ha convertido en una práctica de introspección personal, pues ya es casi imposible que la familia comparta un rato y no lo hagamos con el celular, reconstruyendo y encontrando sentidos desde lo virtual.

Son cambios que bien valdría sopesar, para bien o para mal, como la canción de Ricardo Arjona.