La Habana, Cuba. – Palmas y Cañas traía los domingos a un hidalgo alto y delgado, metido en guayabera de hilo que no lograba herir el almidón implacable: era Justo Vega, El Caballero de la décima en Cuba.
Se hacía la magia de que la familia se detuviera frente al televisor a escuchar el ring de repentismo que, junto con Adolfo Alfonso, protagonizaban en admirable alarde de agilidad mental para inventar estrofas de diez versos octosílabos de rima consonante.
El maestro de la improvisación oral llevaba en sí la voz del obrero agrícola, del peón de albañil, cocinero, dependiente, publicista y carrero que logró el éxito en espacios de la radio y la televisión.
Nacido el 9 de agosto de 1909 en San Antonio de Cabezas, Matanzas, Justo Pastor Vega Enríquez decía de Sí: La décima es para mí/ alto tan puro y tan vivo/ como el fuerte y sensitivo/ corazón con que nací.
Justo y Adolfo
Íconos de la controversia campesina lo fueron los poetas Justo Vega y Adolfo Alfonso, presencia obligada en el programa Palmas y Cañas, en espacios populares y también en varios países latinoamericanos.
Adolfo lo conoció en un programa de Las Mil Diez, dirigido por Justo, quien ya poseía un alto prestigio, y lo convirtió en su maestro y amigo, integrando el espectacular dúo que prodigó cultura, inteligencia, apostura y viveza en el verso.
Después de la muerte de Justo, Medalla por la Cultura Nacional, Adolfo dijo en una entrevista que lo extrañaba como puede hacerse a un padre, a un hermano o a un hijo, porque todas esas cosas reunidas era él.
Adolfo Alfonso destacó los aportes que Justo Vega hizo al repentismo cubano, y en otra ocasión ilustró en verso: El que en amor se reparte / Es por su altísima hechura / Un sol para la cultura / Y una joya para el arte.