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La Habana, Cuba. – La nueva medida anticubana de la administración de Donald Trump, no solo utiliza la salud como otro instrumento de presión.

Estados Unidos vuelve a darle carácter extraterritorial a su afán de torcer los destinos de Cuba, e involucra a terceras naciones, intentando coartar su autodeterminación.

La imposición se suma al ineficaz arsenal de sanciones con que el actual jefe del Departamento de Estado, Marco Rubio, atenta contra nuestro país, al dictar ahora restricciones de visas para los funcionarios cubanos que «hayan estado o estén involucrados» – según dice el texto – en los programas de cooperación con que nuestros galenos prestan asistencia en numerosas naciones del mundo.

Pero incluye también a «funcionarios de gobiernos extranjeros que se cree que son responsables, o están involucrados en el programa». En pocas palabras: algo inadmisible.

Chantaje al mundo

Una vez más, los «argumentos» de Marco Rubio manipulan, y acuden a gastadas mentiras para atacar y cercenar los programas cubanos de cooperación médica, en el afán de seguir horadando la economía de la Isla.

Sin embargo, se afectarán, sobre todo, los miles de seres humanos en el mundo que se benefician de la atención de nuestros galenos, y las decenas de miles de pacientes potenciales en el futuro. Pero el pecado mayor de la nueva medida anticubana es desconocer el espíritu altruista de nuestro pueblo y, especialmente, de nuestros médicos, cuyo conocimiento ha estado al servicio de quienes lo necesitan en medio de las más terribles epidemias y catástrofes. Y ello, de manera incondicional; solo por elemental deber.

Pretender el chantaje, politizando el acceso a la salud negado a terceros, no solo es injerencista; también es inhumano.