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La Habana, Cuba. – Lejos de negociar tras reducir a la víctima, como hizo con otros, Donald Trump aceleró la aplicación a Brasil de aranceles por un valor total de 50%.

En vez de decidirlo el primero de agosto, como anunció, la medida fue confirmada dos días antes. En la práctica, son los impuestos más altos decretados a los productos de cualquier nación que entran a su mercado.

Ello confirma que la medida es coercitiva y tiene un carácter político. No se puede argumentar que haya disparidad comercial, pues la balanza favorece a Washington. Y el republicano ha dejado fuera de la tarifa a productos brasileños de alto consumo en su país como el jugo de naranja natural y los aviones de la compañía Embraer, muy usados por las aerolíneas estadounidenses.

Al final, solo un 40% de las exportaciones de Brasil serán castigadas. Todo indica que Trump busca dar un castigo «ejemplarizante».

Presión inadmisible

Trump fue desafiado por la negativa de la justicia de Brasil y su gobierno a ceder a las presiones para que se detenga el juicio al exmandatario Jair Bolsonaro, acusado de intento de golpe de Estado. Es lo que está en el fondo.

Un encuentro sostenido la víspera entre el canciller brasileño, Mauro Vieira, y el jefe del Departamento de Estado, Marco Rubio, terminó con pocos trascendidos y sin resultados. Adicionalmente, se anunciaron sanciones contra el magistrado brasileño Alexandre de Moraes, quien conduce el proceso contra Bolsonaro.

No debe descartarse que en las medidas también pese el desempeño de Brasil como uno de los líderes de los BRICS, convertido en un polo emergente que desafía al Imperio.

Lula insiste en su disposición a negociar en el ámbito comercial, pero ha dejado claro que su país no obedece órdenes de la Casa Blanca. Ceder sería una concesión peligrosa.