La Habana, Cuba. – El más reciente capítulo de injerencia de la Organización de Estados Americanos en los asuntos internos de sus naciones miembros – y no miembros— está ratificando que difícilmente la OEA pueda cambiar su rol de instrumento continental para defender las posiciones de Estados Unidos; independientemente de quién esté al frente. Para eso nació.
La asunción del diplomático surinamés Albert Ramdin como su secretario general, avalada por los países del Caribe y por gobiernos progresistas de la región, hizo pensar a algunos en un cambio; al menos un leve giro en las posiciones del organismo.
Cierto que el titular apenas ha cumplido dos meses en el cargo. Pero las posiciones de la OEA en relación con las elecciones de jueces y magistrados en México, y sus opiniones no solicitadas acerca de su pertinencia y efectividad, debe haber defraudado a muchos.
Historia sabida
La trayectoria de la OEA está llena de momentos aciagos. Desde la injusta exclusión de Cuba, expulsada de ella por obra y gracia de Washington, pasando por el silencio cómplice ante golpes de Estado o, incluso, su respaldo, como ocurrió en Bolivia en 2019.
Ahora, su informe de los recientes comicios mexicanos para completar la reforma del sistema judicial, va más allá de verificar su orden – lo único que debía certificar – al recomendar al resto de los países de la región, no imitarlos.
Con ello, la OEA vuelve a remarcar su carácter de repetidor de los dictados de Occidente. ¿Acaso la elección popular de los jueces no persigue darle más poder al pueblo?. Es que eso no concuerda con la democracia al modo en que la concibe el Norte.
Habrá que poner oídos sordos y defender la soberanía de México: la región está harta de sus malos consejos.