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La Habana, Cuba. – Mientras miles de ciudadanos atraviesan océanos en marcha hacia Gaza y en desafío a la agresión israelí, Tel Aviv ha abierto otro frente de guerra con mortales ataques quirúrgicos contra Irán.

El asesinato de altos jefes militares iraníes y de científicos que desarrollan la energía nuclear con fines pacíficos, está entre los primeros saldos.

Es una agresión anunciada, pese a producirse a las puertas de otra ronda de conversaciones entre Teherán y Estados Unidos, precisamente, sobre el enriquecimiento de uranio en la nación persa.

Los hechos tienen lugar luego de que Irán anunciara avances en esa industria, y después que la Organización Internacional de la Energía Atómica, que debía ser neutral, encendiera la mecha y se manifestara confabulada con Tel Aviv y Washington, al declarar que Irán podía desarrollar, muy pronto, un arma nuclear.

Lo peor está por venir

Es lógico que Estados Unidos, aliado de Israel y sostén de todas sus guerras, quiera distanciarse ahora de los ataques a Irán, que mentirosamente Tel Aviv calificó como «preventivos».
El Secretario de Estado, Marco Rubio, corrió a afirmar que Washington «no tuvo nada que ver». Pero el propio Trump lo sabía: había advertido que un ataque era inminente.
En consonancia, Teherán avisó que, de ser agredida, la respuesta alcanzaría a Washington y a Tel Aviv. Se sabe que el propósito del desafuero criminal del presidente Benjamin Netanyahu en la región, incluye golpear a Irán, considerado eje de la resistencia anti-sionista.
Para la Casa Blanca, también. La renovada ojeriza hacia el desarrollo nuclear con fines pacíficos de Irán, es apenas una justificación para agredirla. Y en ello tienen tanta responsabilidad Netanyahu como Trump.