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Quiso el azar, o quizás la vida, que dos hombres en distintos siglos nacieran y actuaran en defensa de las causas más nobles de la Humanidad: la justicia social y el rescate de la dignidad humana.

Ellos son Antonio Maceo y Ernesto Guevara. Por eso, el 14 de junio es una fecha de enorme significación para los cubanos, una fecha que conmina a la reflexión más profunda de lo que somos, pero además, de lo que hemos sido a través de nuestra historia.

Maceo, como señalan los historiadores, signó la lucha por la independencia patria en el siglo XIX en Cuba, porque arrastró muchedumbres, ejemplificó la vergüenza de los cubanos y no permitió jamás la deshonra.

El Che, aun sin haber nacido en nuestra Patria, recogió la hermosa tradición de lucha de los cubanos, y siguió sin titubeos a Fidel, ese hombre-símbolo latinoamericano.

El deber de un pueblo

Maceo y Che, cuyo natalicio celebraremos mañana, son referentes ineludibles en la hermosa historia de Cuba. Son paradigmas de lo que es necesario hacer en cada tiempo.

Ellos representan la vergüenza indoblegable de los que sueñan por la libertad y soberanía de los pueblos, de los que actúan consecuentemente con la verdad, y a esa virtud se entregan.

Nos acompañan como emprendedores revolucionarios siempre con la vista en la defensa de la Revolución y sus logros. Entregarse al trabajo, no anteponer las dificultades personales en momentos en que más nos necesiten, y consagrarse a la labor conscientemente, están entre las obligaciones que tenemos hoy en nuestra Patria como dignos herederos y seguidores de Maceo y Che.

Porque como afirmara Fidel: Nosotros entonces habríamos sido como ellos, ellos hoy habrían sido como nosotros.