La Habana, Cuba. – El movimiento popular brasileño y sus similares de América Latina y el Caribe recibieron con calor y entusiasmo la noticia de que el expresidente, Ignacio Lula Da Silva, aspirará a la primera magistratura de Brasil en las elecciones generales de este año.
El carismático y experimentado líder del Partido de los Trabajadores va de nuevo a la carga luego de haber enfrentado una brutal campaña nacional de descrédito a cuenta de la derecha local y los intereses hegemonistas foráneos, que incluyó ser juzgado y llevado a prisión en un proceso totalmente amañado.
Justo por estos días, la justicia debió reconocer que aquel bochornoso episodio no fue más que una total maniobra para evitar una reelección de Lula en 2018, y ulteriormente liquidar la presidencia de Dilma Vana Rousseff.
Esperanza de cambio
Hay que advertir que, según las encuestas, Luís Ignacio Lula Da Silva no tendría ninguna dificultad en imponerse al actual presidente, el ultra conservador Jair Bolsonaro, por un margen decisivo.
Lula de hecho ha sido el mandatario más popular y reconocido en la actual historia de la política brasileña, y su trabajo al frente del país dejó hondas huellas entre los grandes sectores desposeídos del gigante sudamericano.
Bajo su dirección, la pobreza descendió sensiblemente, se abrieron decenas de miles de nuevos puestos de trabajo, y se atendió como nunca antes servicios claves para la población como la salud y la educación.
A pesar de las violentas campañas mediáticas de la derecha en su contra y del amañado proceso judicial que debió enfrentar, Lula se mantuvo firme en sus principios y demostró su valía y honestidad.