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La Habana, Cuba. – El 6 y el 9 de agosto de 1945, las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki sufrieron la masacre del bombardeo atómico ordenado por el presidente estadounidense, Harry Truman.

Sus propósitos experimentales fueron poco conocidos como recuerda el profesor, Luis Enrique Ramos, historiador de la Sociedad Meteorológica de Cuba.

Según el investigador, los datos meteorológicos resultaron determinantes en la elección de los blancos pues, días antes del bombardeo, el mando aéreo estadounidense ordenó la exploración de los objetivos con un avión de reconocimiento meteorológico.

Al amanecer del 6 de agosto, la aeronave voló sobre Hiroshima y reportó limpidez y transparencia de la atmósfera con plena visibilidad en un cielo casi sin nubes. La bomba estalló y mató a 70 mil personas.

Camino torcido a favor de la muerte

El segundo bombardeo atómico contra Japón estaba programado el 12 de agosto de 1945, pero el día 5, al concluir el análisis sinóptico, los meteorólogos detectaron la formación del tifón Queenie.

Señala el profesor e historiador, Luis Enrique Ramos, que el mando estadounidense decidió adelantar la fecha. La ciudad de Kokura era la seleccionada para el 9 de agosto, pero la densa nubosidad y el smog la salvaron de la hecatombe.

El avión ya volaba con la segunda arma activada cuando recibió órdenes de elegir otro objetivo en aras de maximizar los efectos de la explosión nuclear. Entonces, escogieron a Nagasaki y murieron en el acto 40 mil personas. Permanecen en la memoria los horrores de Hiroshima y Nagasaki, donde la ciencia torció su camino a favor de la muerte.