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La Habana, Cuba. Desde el inicio de la batalla internacional contra el Sars Cov Dos, vivimos pendientes a un aluvión de datos y reportes para saber por dónde van los tiros.

Ya es costumbre pegarnos al televisor y esperar al doctor Durán, con la expectativa de escuchar cifras alentadoras para Cuba, luego de varias semanas de enfrentamiento a la COVID-19.

En pasadas jornadas celebramos una tendencia a la baja de casos confirmados y no hubo fallecidos por varios días, pero últimamente los números han vuelto a repuntar.

Sin descartar otras causas, el relajamiento en la percepción de riesgo de seguro ha jugado en contra.

La calle no miente, y al parecer algunos han visto los cielos demasiado abiertos y cantado victoria antes de tiempo.

Mientras, las autoridades de salud y nuestro gobierno no se cansan de alertar sobre los peligros de esos triunfalismos prematuros.

El Coronavirus no pide el último

La Habana, con su natural dinámica demográfica de ciudad capital, es sin duda un referente en el comportamiento de la COVID-19 en el país.

El paisaje que se ve a diario en algunas zonas es contradictorio con las medidas de aislamiento, como si aquí no pasara nada, y ya se sabe lo que ha sucedido en países que se relajaron antes de tiempo.

Uno de los indicadores más preocupantes, aunque no el único, son las aglomeraciones de personas para comprar alimentos.

Y es que sigue siendo esa una asignatura pendiente, porque se sabe que hay que comer, pero ¿por qué barrer bajo la alfombra las precauciones en las largas esperas, y dejar que el coronavirus campee entre nosotros? Ese enemigo mortal y silencioso no pide el último. Cuidarse es cuidar a los demás; no haga oídos sordos y contribuya a que este mal no dure cien años.