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La Habana, Cuba. – Sigue dando qué hablar el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a la opositora venezolana María Corina Machado, una acción rechazada dentro y fuera de ese país que solo puede entenderse como el vano intento de reflotar un liderazgo en picada.

Lejos de trabajar por el entendimiento, la cordialidad y la estabilidad, esta agitadora política tiene un largo historial de llamados a la violencia y la subversión, métodos escogidos por el sector extremista que representa para defender, supuestamente, la democracia.

Fundadora de la organización civil Súmate en el año 2001, que quiso convertir en instrumento contra el mandato de Hugo Chávez, ha insistido después en agenciarse un rol político trascendente.

Para eso fue voz cantante en la exhortación a las guarimbas en el año 2017, cuando los chavistas eran agredidos en la calle por las hordas fascistoides que políticos de su calaña enardecían.

Patriotismo cuestionable

Ante el vacío de candidatos de la Plataforma de la Unidad Democrática en los comicios más recientes, ella, que está inhabilitada para ocupar cargos públicos por sus actitudes entreguistas, se agenciara el papel de movilizadora.

Lo ejecutó desde la ilegalidad, con constantes exhortaciones al desorden y el irrespeto a las instituciones. Pero lo que mejor revela sus esencias es la carta que envió al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, para “otorgarle” un papel en los asuntos internos de Venezuela.

Eso la retrata con una total carencia de amor por su Patria; una defensora de la muerte y de la guerra.

En medio del asedio que sufre Venezuela, y de las amenazas de invasión de Donald Trump, conferir el Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado se revela como otro ataque a su país, y una nueva muestra de la inmoralidad que asfixia al planeta.