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La Habana, Cuba. – Apenas reinstalado en la Casa Blanca para su último mandato, el presidente Donald Trump ha imprimido un ritmo frenético a su gestión, sobre todo en materia de política exterior.

Y en medio de tal desenfreno, anunció que -para su revisión- congelaba los fondos asignados a la Agencia Internacional para el Desarrollo, más conocida como USAID.

En una primera impresión, ese nombre suena bien, porque hace intuir que se dedica al financiamiento de buenas causas, la cooperación con programas humanitarios o hasta el apoyo a proyectos socioeconómicos en países en desventaja. Pero ése es sólo su trasfondo, su máscara.

La USAID fue creada en 1961 como uno de los instrumentos de los servicios de inteligencia Estados Unidos para resguardar los intereses de la potencia imperial. Y es largo su historial de involucramiento en acciones subversivas. Cuba puede dar fe de ello.

Gastos estériles

Como ha recordado el presidente Miguel Díaz-Canel, Cuba lleva años alertando sobre los millonarios fondos que la USAID destina a proyectos o programas de subversión y financiamiento de medios y organizaciones no gubernamentales en la isla.

La intención es clara: desestabilizar el orden constitucional para provocar un cambio político. Ahora Trump pilla descolocados a unos cuantos, cuando reniega de la utilidad de esa agencia, por el dinero derrochado sin control.

Y muchos de los beneficiados con esos pagos ya se sienten desamparados, y han armado su berrinche. Entre ellos varios de quienes siempre renegaron que eran «periodistas» asalariados del gobierno estadounidense.

Confían en que Trump recapacitará y les dejará caer de nuevo su «tajadita» por su servicio deshonroso contra Cuba. «tocan» madera, para que les siga llegando esa retribución «made in USAID».