Tengo derecho al trabajo para crear con mis fuerzas las cosas que necesito y, de paso, las superfluas, sin ambiguas ambiciones ni sofocantes urgencias.
El asaltante nocturno, el ladrón oportunista, el que te engaña en la pesa, el que revende y trafica, todo el que aterra y no encuentra el brazo de un policía.
Hora es de acabar los juegos por la noche hasta muy tarde, y de patear la pelota por la mañana en el parque, y de andar mataperreando el día entero en las calles: hora es de volver al aula, porque ya empiezan las clases.
Por ahí viene esa Madama que, aunque pasa de cincuenta, va embutida en una licra donde sus carnes se aprietan comprimiendo celulitis y várices y manteca.
Él encendió las antorchas de la apostólica marcha, él condujo los disparos en el alba del Moncada, él capitaneó las olas desde la proa del Granma, él descendió de la Sierra guiando la caravana.
Vivimos en un país donde los actos violentos contra niños y mujeres a todos causan desprecio, un país en que un suicida es un cadáver, un muerto, y no la muerte de muchos y un colectivo sepelio.
Un niño nunca procede conducido por prejuicios, ni prioriza sus placeres y el bienestar exclusivo, ni hipócrita se desgasta en rastrero servilismo fingiendo lealtad y esmero para obtener beneficios.
Ya son más de 34 millones los fallecidos que ha causado el VIH, ese incontenido virus cuyo origen aún debaten en los círculos científicos: si surgió naturalmente o si fue creado in vitro.
Son cómicos y cantantes sin estudio ni talento, que enseguida arman un grupo de palos y pitofleros y van de gira por Cuba, incluso hasta el extranjero, sonando cuatro laticas como músicos expertos.