La Habana, Cuba.- A primera vista, los Versos sencillos, que son lo más conocido de la obra literaria de José Martí, poco tienen que ver con su importante oratoria, e incluso con su temperamento apasionado.

La forma simple, directa casi de aquel libro, que está entre lo poco que publicó el Apóstol en vida, podría sugerir al incauto una idea provisional de la poesía, como si se le hubiera empleado con el único fin de entretenerse.

Pero Versos sencillos, que vio la luz en Nueva York, en 1891, resulta todo lo contrario. Por el lado que se le mire, el cuaderno es un clásico de la lengua, en el que José Martí se arriesga a traer a un primer plano la relación que establece con sus propios sentimientos.

Que busca en el monte amparo

Me echó el médico al monte: corrían arroyos y se cerraban las nubes, explica José Martí, dando razones sobre cómo nacieron sus entrañables Versos sencillos. Transcurría presumiblemente el año de1890, y el Apóstol había sido emplazado por la angustia. Razones políticas, sobre todo, lo llenaban de preocupaciones, lo que a la postre forjó el tono melancólico y dolorido de sus versos.

El hombre más humano se recetaba una doble humildad. Creo -decía- en la necesidad de poner el sentimiento en formas llanas y sinceras. Ese ejercicio no iba sin embargo a generar una obviedad deleznable. La sencillez de los 46 poemas de Versos sencillos parte de los temas que se han de escoger, y del molde escueto de sus cuartetas y redondillas.

Como un escolar sencillo

Simples por su estructura, los Versos sencillos, publicados por José Martí en 1891, resultan sorprendentes por su capacidad de concentración. Decantados de la tradición española, son capaces de absorber los dolores y las expectativas de un hombre complejo, y contienen al mismo tiempo como una invitación a traspasar el ofrecimiento de sus imágenes.

De tal modo, el gran poeta José Lezama Lima asevera que no conoce en toda la poesía cubana una imagen más misteriosa que aquella del canario amarillo que tiene el ojo tan negro. Lezama sabía que la sencillez no está en darse gratuitamente, sino en conocer la vía hacia lo esencial.

Por: Rogelio Riverón

 

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