El médico epidemiólogo cubano Carlos J. Finlay Barrés, nació en Camagüey, Cuba, el 3 de diciembre de 1833. Su principal aporte a la ciencia mundial fue su explicación del modo de transmisión de la fiebre amarilla: la hembra de la especie de mosquito que hoy se conoce como Aedes aegypti. Por sus investigaciones y aportes científicos fue propuesto en varias ocasiones para el Premio Nobel.Se hizo acreedor de la gratitud universal, no solo por su trabajo en relación con la fiebre amarilla, sino porque también descubrió y solucionó el terrible problema del tétanos infantil.
Desde 1868 llevó a cabo importantes estudios sobre la propagación del cólera en La Habana. Sus estudios mostraban que la propagación del cólera se realizaba por las aguas de la llamada Zanja Real, probablemente contaminadas por los enfermos en las fuentes mismas de donde se surtía aquel primitivo acueducto descubierto. Esas investigaciones epidemiológicas de no fueron publicadas entonces debido a la rígida censura de tiempos de guerra establecida por las autoridades coloniales.
Se temía que la diseminación del cólera se atribuyese a la desidia del gobierno colonial. Sin embargo, la Real Academia de Ciencias de La Habana logró publicar ese importante trabajo en 1873, cuando ya había pasado la epidemia. En 1872, fue elegido miembro de número de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, y en 1895, Miembro de Mérito. Se desempeñó como Secretario de Correspondencia (a cargo de las relaciones internacionales) de esa institución, por espacio de casi 14 años.
También estudió el muermo, y describió el primer caso de filaria en sangre observado en América (1882). Incursionó ocasionalmente en cuestiones científicas de un carácter más teórico y practicó la oftalmología, que era la especialidad de su padre. Paralelamente, se dedicó a investigar la etiología de la fiebre amarilla, partiendo de la considerable experiencia acumulada en Cuba en la caracterización y el diagnóstico de esa enfermedad, algunos de cuyos síntomas fueron descritos originalmente por médicos cubanos. En representación de la Academia de Ciencias, colaboró activamente con la primera comisión investigadora de la fiebre amarilla enviada a Cuba por el gobierno estadounidense, en 1879.
Desde las primeras décadas del siglo XIX, un buen número de médicos había descartado que la fiebre amarilla se trasmitiese por contagio directo (es decir, por contacto con un enfermo o con sus secreciones, excreciones o pertenencias). Predominaba la versión anticontagionista de ese mal, la cual lo atribuía a ciertas condiciones del medio natural o a la presencia de un miasma (algo así como efluvio contaminante).
El 18 de febrero de 1881, en una conferencia sanitaria internacional celebrada en la capital de los Estados Unidos, (a la cual asistió como miembro de la delegación española, en representación de Cuba y Puerto Rico), explicó que, al no ajustarse el modo de propagación de la fiebre amarilla a los esquemas del contagionismo y del anticontagionismo, era preciso postular «un agente cuya existencia sea completamente independiente de la enfermedad y del enfermo», capaz de trasmitir el germen de la enfermedad, del individuo enfermo al sano. Esa fue, en esencia, la teoría del modo de trasmisión de la fiebre amarilla expuesta por Finlay.
El 14 de agosto de 1881, presentó ante la Real Academia habanera su trabajo El mosquito hipotéticamente considerado como agente de transmisión de la fiebre amarilla. Gracias a una serie de precisas deducciones, a partir de los hábitos de las diferentes especies de mosquitos existentes en La Habana, Finlay indicó correctamente ?en la mencionada memoria? que el agente trasmisor de la fiebre amarilla era la hembra de la especie de mosquito que hoy conocemos como Aedes aegypti. Dicho trabajo se publicó en ese mismo año en los Anales de la referida Academia.
Aunque, con anterioridad, médicos de diferentes países habían sospechado del mosquito como ente propagador de la enfermedad, ninguno había supuesto, hasta entonces, que trasmitiera enfermedad alguna de persona a persona, y nadie había propuesto una identificación taxonómica precisa de especie alguna considerada trasmisora. La identificación precisa del posible agente trasmisor abrió la posibilidad de comprobar experimentalmente la teoría de Finlay.
Aunque dicha teoría era bien conocida por epidemiólogos extranjeros (sobre todo franceses y estadounidenses), además de sus colegas cubanos, no fue sometida a comprobación independiente por otros científicos durante veinte años. A ello contribuyó no solo la absoluta novedad de esa concepción, sino el auge de los estudios (en los cuales también participó Finlay) encaminados a la búsqueda del microorganismo causante de la enfermedad, que en alguna medida opacaban las investigaciones epidemiológicas. Casi una docena de especies de bacterias fueron propuestas, en las dos últimas décadas del siglo XIX, como posibles agentes patógenos de la fiebre amarilla, aunque la que mayor atención recibió fue un bacilo descubierto en Uruguay, en 1897, por el médico italiano Giusseppe Sanarelli.
Finlay, y su único colaborador, el médico español Claudio Delgado y Amestoy, realizaron, entre 1881 y 1900, una serie de experimentos para tratar de verificar la trasmisión por mosquitos. Llevaron a cabo un total de 104 inoculaciones experimentales, provocando al menos 16 casos de fiebre amarilla benigna o moderada (entre ellos uno muy «típico») y otros estados febriles, algunos no descartables como de fiebre amarilla, pero de diagnóstico impreciso. Su principal aporte a la ciencia mundial fue su explicación del modo de trasmisión de la fiebre amarilla. También realizó valiosas investigaciones científicas que han aportado mucho a la ciencia en su desarrollo a nivel mundial.
Carlos J. Finlay Barrés, murió en La Habana, Cuba, el 19 de agosto de 1915.
Referencias
- Carlos J. Finlay. Ecured. https://www.ecured.cu/Carlos_J._Finlay
- Carlos J. Finlay. Enciclopedia Británica. https://www.britannica.com/biography/Carlos-J-Finlay
- Carlos Juan Finlay. Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Juan_Finlay