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La Habana, Cuba. – El tácito anuncio de Trump de que su país podría iniciar operaciones terrestres, supuestamente, contra el narcotráfico, es la descarada confesión de que está dispuesto a burlar la soberanía de las naciones del sur del continente bajo la vieja y revitalizada excusa de que lucha contra las drogas.

La amenaza apunta concretamente a Venezuela, acosada por la cercana presencia de la parafernalia bélica que Washington ha desplegado en el mar Caribe; por la aniquilación de la cuarta embarcación que, sin pruebas, el Pentágono dice que estaba dedicada al narcotráfico; el sobrevuelo de aviones Caza cerca de su espacio aéreo, y las falsas acusaciones que señalan a ese país como un territorio lleno de cárteles de la droga y a su presidente, Nicolás Maduro, vinculado a ellos.

Tales diatribas buscan justificar una acción agresiva que cada vez pareciera más cercana.

Boleto para la intervención

La irreverente afirmación de Trump fue: “Ya no llegan por mar, así que ahora tendremos que empezar a mirar por tierra”, en alusión a los narcotraficantes y a la alegada ausencia de embarcaciones que abatir.

En realidad, el peligro intervencionista está latente desde que Trump incluyó a la lucha contra el narco entre sus prioridades, tildó de terroristas a siete cárteles, y oficializó la militarización del enfrentamiento a esa actividad.

Pero ahora ya no se trata de estrategias. El anuncio de esa nueva violación del Derecho Internacional fue adelantada hace una semana por la NBC, cuando dijo que Washington podría comenzar a bombardear objetivos ligados al narcotráfico dentro de Venezuela en los próximos días, y que sus militares estaban elaborando opciones.

Venezuela se sigue preparando para la defensa, pero debe tener sangre fría para no dejarse arrastrar por una provocación.