El emperador, con más de un metro de altura y un peso de 30 kilogramos, es el más grande de todos los pingüinos. Vive un promedio de 20 años, aunque hay constancia de casos que han llegado a los 40.
Esta especie se destaca como gran nadadora, por su particular forma de protegerse del frío, por su monogamia y el peculiar viaje que realizan en busca de su lugar de cría.
Se le puede encontrar por toda la Antártida y solo se le ve fuera de esas gélidas aguas en ocasiones, por ejemplo, cuando un témpano se desprende de la banquiza polar con una colonia de ellos encima. Algunos llegan hasta América del Sur, Nueva Zelanda y hasta otras islas oceánicas de los mares del Sur.
Los machos forman compactas agrupaciones en las que se turnan del interior al exterior de la formación y viceversa. Así sobreviven al frío y a los fuertes vientos de hasta 200 kilómetros por hora.
Singularidades del pingüino emperador
La cabeza y alas del pingüino emperador son negras, el abdomen blanco, su pico largo, puntiagudo y ligeramente curvo en su extremo, las patas parduzcas y emplumadas hasta su mitad, y presenta tonos dorados a los lados del cuello.
El macho tiene un pliegue abdominal entre sus cortas patas que le sirve de bolsa para la incubación del huevo, la que dura unos 64 días. Si la cría nace antes del regreso de su madre que ha ido en busca de alimento, su padre la nutrirá con una sustancia lechosa que segrega una glándula del esófago.
Después de dos meses, ella llega y encontrará a su pareja distinguiendo su llamada de la de cientos de pingüinos. Regurgitará la comida y alimentará a la cría.
Es entonces el turno del macho para ir a buscar comida al mar. Después de unas semanas retorna y los dos cuidarán de la cría.