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La Habana, Cuba. – En el Jardín Madre Teresa de Calcuta reposan desde hoy los restos de Eduardo Torres Cuevas: historiador eminente, maestro generoso y figura esencial de la cultura nacional, en cuyo acto de inhumación, sencillo y sereno, reunió a familiares, colegas, discípulos y amigos que acudieron a dar el último adiós para el que no hubo solemnidad impostada.

Cuba despide a un hombre que consagró su vida a estudiar, comprender y narrar la historia desde una mirada crítica y a la vez profundamente humanista. Su voz, tantas veces escuchada en aulas, libros, conferencias y labores directivas, resonaba en la memoria de quienes lo acompañaron en su pasión por rescatar a los próceres, a los pensadores y a los movimientos que han forjado la identidad de la nación.

No han faltado las evocaciones de estos días, ni el recuerdo de su entrañable amistad con Eusebio Leal Spengler, esa hermandad intelectual y afectiva se percibió en cada gesto de quienes acudieron al camposanto, como si en aquel jardín se encontraran los espíritus afines: Emilio Roig de Leuchsenring, Octavio Cortázar, Vicente Feliú, Marta Arjona, Juan Vicente Rodríguez Bonachea, Liborio Noval, Max Lesnik y tantos más.

No fue solo un rito fúnebre el de esta tarde de sepelio; fue también la confirmación de un legado: en la obra de Torres Cuevas queda inscrita la certeza de que la historia de Cuba es inseparable de sus luchas por la justicia, la dignidad y la libertad; magisterio que formó generaciones de investigadores; páginas que acompañan la mirada de un país que se reconoce en sus tiempos.

Con información de ACN