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La Habana, Cuba. – A Joe Biden «le tocó» un mal momento para prorrogar la llamada Ley de Comercio con el Enemigo, que es el sustento del bloqueo a Cuba y fue suscrita por John F. Kennedy en 1962.

Desde entonces se renueva anualmente, y Biden la ratificó el 14 de septiembre, cuando vencía el plazo firmado en similar fecha de 2022.

Lo paradójico fue que, justo entonces, la Cumbre del Grupo de los 77 y China, en La Habana, rechazaba esa política y pedía su levantamiento. Similares voces se escucharon, después, durante las sesiones de la Asamblea General, y en los foros paralelos celebrados en la ONU.

Muchos Jefes de Estado y de Gobierno reiteraron, además, el agradecimiento a la ayuda que Cuba brindó, a pesar del asedio de Estados Unidos, durante el azote de la Covid-19.

Guerra sucia

Pero no solo se repudia el bloqueo. La aplicación de medidas coercitivas unilaterales con fines políticos, como lo son todas las sanciones ilegales decretadas por Occidente y Estados Unidos, se ha denunciado con énfasis.

La Declaración final de la Cumbre de los 77 y China las consideró «devastadoras» en el disfrute de los derechos humanos, incluidos el derecho al desarrollo y a la alimentación. Y es una práctica ilegal que crece.

Hoy se aplican medidas punitivas contra 30 naciones entre las que se encuentra Venezuela, objeto de más de 930. Por eso se estima que dicha política está dañando la economía mundial, mientras acude al desgaste de ciudadanías enteras para provocar la subversión y derribar gobiernos.

Las sanciones constituyen el sostén de guerras no declaradas y muy sucias: como el bloqueo.