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La Habana, Cuba. – La trayectoria de Ernesto Guevara de la Serna, el Che, simboliza a un hombre cabal, honesto, sencillo. Fue, en todas las etapas de su vida, ejemplo y retrato del bien hacia el hombre.

Muchas aristas destacan en su personalidad, sin embargo, como padre, su impronta es un paradigma para todos los tiempos.

Baste recordar la carta escrita a sus hijos en marzo de 1965, cuando les pidió: Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar a la naturaleza. Acuérdense que la Revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada.

Y agregaba el Che en la misiva a sus hijos: Sobre todo, sean siempre capaces de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.

El ejemplo como premisa del hombre nuevo

Muchos recuerdos atesorados por Aleidita Guevara, retratan al Che como padre afectivo, amado y tierno. Infinidad de anécdotas contadas por ella identifican a un padre ejemplar.

Sin embargo, la propia vida del Comandante Guevara, su trayectoria revolucionaria, su ejemplar actitud y su actuar en múltiples situaciones, nos dejan las enseñanzas que todo hijo debe heredar de su padre.

Cualidades como su humanismo, sus convicciones éticas, su fervor revolucionario, su solidaridad incansable, el combate ante lo mal hecho, el amor por la libertad y soberanía del hombre, y su consagración a las ideas justas, son algunos rasgos que lo caracterizaron como padre paradigmático.

Los valores humanos del Che, sus principios y su ética proverbial nos dan la visión de un padre universal, ese al que desea tener todo hijo de bien.