La Habana, Cuba. – Las actuales circunstancias que vive el mundo y especialmente Cuba nos lleva constantemente a la polémica y el debate.

Para muchos las redes sociales digitales han contribuido a romper las barreras que limitan la participación ciudadana. Es normal poder sumergirse en temas de la política, la economía, la ética y la interpretación de nuestro sistema social sin más esfuerzo que el simple hecho de querer. Adentrarnos en el entendimiento de los retos que afrontamos cada día requiere adquirir cultura para aportar ideas sin enrarecer “el ambiente” mediante la polémica sosa, y lo que pudiera ser su antítesis: el debate.

¿Cuándo y cómo polemizamos o debatimos? ¿Como nación que resulta más saludable, polemizar o debatir? El presente texto pretende de dar luz a uno y otro término.

La polémica es vista como el arte de confrontar ideas hasta la saciedad. Si googleamos de inmediato aparecerá la siguiente definición, por supuesto, muy básica: “la polémica es la discusión entre dos o más personas que defienden opiniones contrarias, generalmente por escrito, de forma alternativa y reiterada”. Si profundizamos en algún diccionario sólido, la respuesta viene de atravesar la cultura desde la cual se define, por ejemplo, “la polémica es algo que provoca controversias y despierta pasiones encontradas dentro de un grupo afín o no”. El concepto, que tiene su origen en la lengua griega, “está vinculado a los ardides que se utilizan para defender u ofender una postura”.

Para otros entendidos “la polémica está vinculada a la retórica, que es la capacidad de otorgar al lenguaje la eficacia necesaria para persuadir o conmover. La generación de polémica supone que el discurso o la acción logren despertar pasión o sentimientos, ya sean favorables o negativos. La existencia de la polémica, demanda de un tema que apasione a la gente y que la lleve a defender una posición”.

La política es una de las esferas habituales de la polémica e involucra la ideología de las personas y las decisiones que se toman en su nombre pueden llegar a afectar a los pueblos si alcanza connotación nacional, en muchos casos genera confrontaciones irreconciliables y pueden descollar molestas figuras empeñadas en confundir, tergiversar y subvertir. Es cuando aparecen otros enfoques que plantan que “una polémica es una discusión retórica que está destinada a apoyar una posición específica por las reivindicaciones directas y socavando o adulterando las de la posición opuesta.

Finalmente, la polémica no deja de tener carácter clasista y atraviesa en todos los casos las bases que definen una formación económica-social determinada.

En cambio, el debate “es la discusión en la que dos o más personas opinan acerca de uno o varios temas y en la que cada uno expone sus ideas y defiende sus opiniones e intereses”. Es comprensible que las personas tengan diferentes opiniones y reacciones sobre un mismo tema, especialmente si están relacionadas con la política o la ética. A través del debate es probable que las partes no cambien de parecer, pero sí que puedan comprender mejor a aquellos que piensan distinto, por lo regular ofrece nuevas perspectivas y argumentos que enriquecen el objeto de atención. El debate, por antonomasia, es una herramienta del consenso si se desarrolla de manera adecuada y en armonía.

Algunos estudiosos le otorgan reglas universales, necesarias para que como resultado genere avances más allá del punto de inicio. Es por ello que el debate debe suceder sobre la base del respeto; se debe tolerar ante las diferencias de los demás; se debe escuchar o leer antes de responder y jamás hacer valoraciones superficiales solo “por no perder”. El debate lleva mucho de no subestimar ni burlarse del que piensa diferente. Se debe evitar dispersarse o hablar de temas ajenos al debatido.

Al debatir es importante criticar con fundamentos o con propuestas mejores a las criticadas.

Llegado a este punto, y entendida la conceptualización de uno y otro término, debemos estar en mejores condiciones para asumir con responsabilidad los nuevos tiempos que se avecinan en los que el país se sumergirá para sacar adelante la sociedad, sin renunciar al socialismo y los preceptos aprobados en la constitución.

Tal vez Ud. tenga otra opinión, pero entre los temas que en los próximos días “encenderán la pasión” están: La conceptualización del modelo económico cubano, hacia dónde vamos y cuáles son los resultados que queremos alcanzar; la conformación de Mipymes y lo estratégico del asunto para la sobrevivencia de la Revolución; el surgimiento y desaparición de las Mipymes como proceso natural de la economía; la nueva ley de empresa; la ley del mercado en el socialismo; la producción de alimentos y los precios versus inflación; la corrupción y las tendencias negativas en la sociedad cubana actual…

Polemicemos o debatamos, lo esencial es contribuir a no perder nuestra identidad o poner en riesgo la independencia y la soberanía. Somos una nación madura políticamente y ostentamos una ideología a prueba de chanchullo. Que cada tema llevado al debate en nuestro ámbito sea edificante, tenemos en el ejercicio de la “contradicción no antagónica que conduce al desarrollo” la oportunidad de ser mejores personas y lograr un mejor país.