La Habana, Cuba. – Así decían los coetáneos del sabio Felipe Poey y Aloy, habanero y universal hombre de ciencia, nacido el 26 de mayo de 1799 y quien dedicó más de medio siglo al estudio de los peces.
En Cuba, estuvo entre los fundadores de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana y creó el Museo de Historia Natural; también fue miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País.
Reconocida su prestigiosa obra, ocupó puesto en las sociedades Entomológica de Francia, de Amigos de la Historia Natural Berlinesa, la Española de Historia Natural y en la Real Científica de Londres.
En Historia Natural de los Peces de la Isla de Cuba, su obra científica mayor, Felipe Poey y Aloy describe más de 700 especies de la fauna marina, investigación que mereció Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Ámsterdam.
El gran naturalista
Felipe Poey es un referente científico internacional en los estudios ictiológicos y está considerado el más grande de nuestros naturalistas del siglo XIX.
A la pasión científica unió la vocación por la pedagogía y dictó cátedras de Botánica, Mineralogía, Zoografía de Vertebrados, Entomología, Moluscos y Zoófitos Vivientes y Fósiles, y ocupó el decanato de la Facultad de Ciencias.
Promotor de la cultura científica y literaria cubana, este hombre fue poeta desconocido, traductor al español de varias obras, anfitrión de tertulias y destacó con su discurso Unidad de la especie humana, pronunciado en el Liceo de Guanabacoa.
Las cenizas de Felipe Poey reposan en la Facultad de Cibernética-Matemática, de la Universidad de La Habana, y en el sencillo monumento se le recuerda con la inscripción: “Cuando todo parece haber muerto, la inteligencia sobrevive”.