La Habana, Cuba. – Si revisamos el pasado reciente de América Latina encontraremos una alarmante recurrencia de casos de persecución, golpes blandos y exportación de servicios militares y de seguridad, que hacen pensar en rezagos del Plan Condor, desarrollado en las décadas del 70 y el 80 del saiglo anterior.

Aunque el término no se puede extrapolar en cuanto a su compleja articulación, los objetivos que llevaron al surgimiento de aquel sistema formal de coordinación represiva siguen siendo la líneas fundamentales de la política exterior de la Casa Blanca, que mantiene sus intereses de contener el avance de Gobiernos progresistas en el Cono Sur.

Si antes las torturas y asesinatos abarcaban todos los grupos y clases sociales -bastaba con que fueran simpatizantes de proyectos de izquierda-, actualmente la atención se centra en mandatarios no alineados a los intereses estadounidenses.

¿Quién mueve los hilos? 

Cuba ha sido blanco recurrente de esa política agresiva mantenida en el tiempo; cuentan más de 638 intentos fallidos de asesinato a Fidel Castro. Otros mandatarios latinoamericanos han denunciado tentativas de magnicidio, como sucedió contra Hugo Chávez, y luego con Nicolás Maduro.

Asimismo, en el contexto de un golpe, pero en Bolivia, Evo Morales fue motivo de iguales hechos. En lo que va de siglo han sido consecutivos los impeachmentsorquestados por Estados Unidos, como en Honduras, Argentina y Brasil.

Si quedaban dudas de quiénes movían esos hilos, en 2015, Wikileaks reveló documentos de la Casa Blanca que contemplaban un plan de golpes de Estado y magnicidios contra cualquier gobierno progresista de Latinoamérica.

Hoy los nombres y las vías pueden variar, pero los objetivos de dominio permanecen intactos sobre el Cono Sur.