La Habana, Cuba. – Una mirada al asunto de las tecnologías de la información y la comunicación, y el uso que los jóvenes hacen de estas, nos pone frente a un interesantísimo escenario de complejidades y prácticas.

Si queremos analizar el tema, debemos partir de un estado como certeza: No estamos ante una única realidad, sino ante diversas realidades.

Realidades que tienen que ver con accesos, aprendizajes y patrones culturales específicos, entre muchos otros aspectos. Aun cuando Internet nos da la posibilidad de romper barreras geográficas, lingüísticas y hasta culturales, y nos ubica a todos en la dimensión única del ciberespacio, el cambio que las tecnologías han ido generando en nosotros no se descubre, paradójicamente del todo, en el propio ciberespacio, sino más bien en nuestra realidad física, en lo que vivimos y hacemos a diario, en la forma en la que nos interrelacionamos.

Cambio cultural, nuevos hábitos de vida

Cuando afirmamos que las tecnologías de la información y la comunicación han constituido un cambio cultural, se tiene en cuenta, de manera especial, la transformación que hemos experimentado todos en nuestros estilos de vida.

Más allá de que han reconfigurado agendas, parrillas y modos productivos de la cultura en su sentido más artístico y literario, los mayores cambios han tenido lugar en los modelos de consumo, los hábitos, las formas en que ahora nos vinculamos y asumimos cada circunstancia vital; en las nuevas costumbres que han surgido en el ámbito personal, de la familia, la pareja, los amigos, la escuela y la comunidad.

Pero, sobre todo, en la instantaneidad de determinadas prácticas comunicativas emergentes, y hasta en la añoranza por ciertos rituales de socialización, al parecer ya superados por el tiempo.