La Habana, Cuba. El poder de quienes abrazan la justicia social vistió a Lázaro Peña González, el indiscutible líder del movimiento sindical cubano, fallecido el 11 de marzo de 1974.
Fundador de la Central de Trabajadores de Cuba, miembro del Partido Comunista, figura emblemática del Trece Congreso de los obreros, fue aquel negro de voz ronca, a punto de quebrarse.
El intelectual cubano Juan Marinello lo definió como un artífice de la palabra; debió ser así un hombre capaz de escuchar con paciencia y respeto a los demás y tener la justa medida del análisis, la orientación y el convencimiento.
El Capitán de la clase obrera fue quien expresara un verbo fiero ante las injusticias y la corrupción de los gobernantes; de Lázaro Peña, dijo el poeta Nicolás Guillén que tenía una inteligencia brillante y capacidad para ir a la raíz de los problemas.
Así era Lázaro
Nada fácil fue la niñez de aquel huérfano de diez años, y el comienzo por la ruta pobre de los ayudantes de carpintero, albañil y herrero, le llegó temprano. Después, Lázaro Peña González trabajó como operario de una fábrica de tabacos, sector que lo hizo su líder sindical en 1934.
Al Capitán de la clase obrera cubana, como se le llamó, habrá que respetarlo por la audacia forjadora desde el movimiento sindical y la defensa de los trabajadores frente a regímenes corruptos; y también, por la pertenencia a las raíces de su pueblo que nunca abandonó.
En lo particular, era dicharachero, apasionado del boxeo, el béisbol y la música; cuentan los amigos que Lázaro Peña era mal cantante y peor bailador, así fue el legendario secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba, un cubano auténtico que perdura en la memoria del pueblo.