La Habana, Cuba. – Rosita Fornés fue un pueblo vestido de luz. Así calificó el poeta y escritor Miguel Barnet a la más versátil y carismática artista de los últimos tiempos en Cuba, en la despedida de duelo realizada en el Cementerio de Colón.

Allí, en el panteón familiar -como ella pidió- reposará por siempre. Junto a su tumba, ofrendas florales del General de Ejército Raúl Castro y del presidente Miguel Díaz Canel. Y muchas otras de instituciones culturales y de simples admiradores de una obra imperecedera.
Aún en medio de las restricciones impuestas por el enfrentamiento a la Covid-19, miles de cubanos acompañaron a Rosita, en un adiós digno de una estrella, de una diva que jamás presumió de serlo, de una artista integral que reinó en el teatro musical, la zarzuela, la opereta, el cabaret, la canción. Y lo hizo con ética, con respeto pleno a su profesión y al público.
En el corazón de Cuba
Aplausos cerrados y vítores despidieron a la vedette de Cuba, Rosita Fornés, al salir el cortejo fúnebre desde el Teatro Martí, tan entrañable a su trayectoria artística y donde se le rindió sentido homenaje.

Desde su escenario, imágenes y grabaciones devolvían la excelencia de su arte multifacético.
El ministro de Cultura, Alpidio Alonso, y el presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Luis Morlote, le rindieron guardia de honor.
Rosa María Medel agradeció tanto cariño hacia su madre en el último adiós, y que se haya cumplido su voluntad de que reposara eternamente en Cuba.
Reconocidas figuras de la cultura acudieron para testimoniarle su amor a Rosita. Y hablaron de su sencillez, su disciplina, su prestancia, su generosidad, su inteligencia, para conformar un retrato artístico, pero sobre todo humano de una cubana universal.