Liberado del presidio de Isla de Pinos, donde cumplió prisión por el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el joven abogado Fidel Castro Ruz decidió combatir frontalmente a la dictadura batistiana.

El máximo dirigente del Movimiento 26 de julio publica artículos denunciando los crímenes de los sicarios del régimen, lo que provocó que su vida corriera peligro.

Es cuando decide partir hacia México, el 7 de julio de 1955. Marchó hacia el exilio con la firmeza de preparar la lucha armada, único medio posible para derrocar al tirano Batista.

Antes de partir a México, Fidel expresa: “Hasta el dinero del pasaporte he tenido que pedirlo prestado, porque no se va ningún millonario, sino un cubano que todo lo ha dado y lo dará por Cuba… Volveremos cuando podamos traerle a nuestro pueblo la libertad y el derecho a vivir decorosamente”.

Regresamos para hacer Revolución

El líder de la Revolución cubana Fidel Castro, bajo condiciones económicas precarias y sometido a una férrea vigilancia, desarrolló una ardua labor organizativa en el exilio.

Al mismo tiempo, persistió en una intensa campaña de difusión de las ideas y propósitos del movimiento insurreccional. Fidel, Raúl, Camilo, el Che y otros revolucionarios se entrenaron en largas caminatas por la Ciudad de México, escalaron montañas, prácticas de tiro, defensa personal y tácticas de guerrillas.

Pero el 20 de junio de 1956, al descubrirse las casas campamentos e incautadas una parte de las armas por la policía mexicana, fue necesario acelerar la conspiración revolucionaria.

El grupo de combatientes compró el Yate Granma, en el que zarpó hacía Cuba el 25 de noviembre de ese mismo año, con el objetivo de hacer nacer una Cuba soberana.