Por: Lázaro Silva Ochandía

En los últimos años se generalizó en gran parte de la población el escuchar radio o los equipos de grabación en sus casas a volúmenes bien altos, y en realidad, lo que se oye es un gran ruido.

Aunque esto también sucede en los centros recreativos, plazas y áreas abiertas, la afectación o daño que hacemos tanto a nuestros oídos como a los del vecino, quizás pueda ser mucho menor por el extenso espacio de esas zonas.

En el caso de los jóvenes, ellos exponen que el alto nivel de la música los incita a bailar y sentirse más alegres en las fiestas, y otros, quizás no tan jóvenes, desean que el barrio sepa que poseen un equipo nuevo con lo último del mercado musical.

Los operadores de audio, la mayoría aficionados, tienen como norma elevar los decibeles, pues señalan que la música alta es sinónimo de alegría, sin pensar que muy pronto comenzarán a perder sus facultades auditivas.