No por casualidad Antonio Gumersindo Garay García fuera bautizado por Federico García Lorca como El gran Faraón de Cuba.

Su larga vida de 101 años siempre estuvo matizada por el sonar incansable de guitarras y cantores que, en su natal Santiago y ya desde la cuna, alegraban la pobrísima suerte de una familia de artistas.

Sindo Garay, uno de los trovadores cimeros de la música cubana, fue un auténtico genio popular. Un hombre que, sin previos conocimientos académicos, y con la rara capacidad de síntesis de hechos sonoros, sumido en franco analfabetismo musical, logró secuencias armónicas que sorprendieron a más de un estudioso, al romper los cánones establecidos por las grandes escuelas de música.

Memorias de un trovador

En 1990, la editorial Letras Cubanas puso a disposición de los lectores el ensayo “Sindo Garay: memorias de un trovador”, cuidadosamente escrito por Carmela de León, quien en su libro dice: “Estar cerca de Sindo es como respirar a Cuba a pleno pulmón”.

El 12 de abril de 1967, al celebrar su centenario, Sindo expresó: “¡Ahora que cumplo 100 años, comprendo lo breve que es la vida!”. Sin embargo, lo que para él fue breve, significó muchísimo para todos los cubanos.

Martha Valdés, también de estirpe trovadoresca, resume así el sentir de miles: “Es difícil, para alguien que ame nuestro cancionero, pensar en Sindo sin adentrarse en los dominios del mito.

No hay mejor forma de corresponderle que compartir ese vuelo que él emprendió en cada acto de creación. Sindo es la fuente, el mito necesario”.

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