Hiroshima, la primera víctima de las armas nucleares

La Habana, Cuba. – En agosto de 1945 ya el fascismo había sido aplastado. Tres meses antes, las tropas soviéticas llevaron su colosal contraofensiva hasta el mismísimo Berlín, para lograr la rendición incondicional de Alemania nazi.

En el Pacífico, Japón imperial daba sus últimos estertores. La capitulación era inminente, pero el mandatario estadounidense Harry Truman tomó la decisión de arrasar con una bomba atómica la ciudad de Hiroshima.

Por primera vez se probaba en el mundo un arma de destrucción masiva de semejante potencia. Aquella mañana del 6 de agosto de 1945, la urbe japonesa se transformó en un infierno.

Decenas de miles de personas -en su mayoría niños, mujeres y ancianos- murieron al instante. A esa cifra se sumarían otros miles, que perecieron luego, víctimas de las secuelas dejadas por la explosión radiactiva.

Desarme nuclear, necesidad imperiosa

Hace hoy 74 años, Hiroshima fue arrasada por una bomba atómica. Tres días después lo fue Nagasaki. Ninguna era un objetivo miltar. Con cinismo inaudito, Harry Truman alegó que lo decidió para acortar la guerra y salvar la vida de miles de jóvenes estadounidenses.

Al usar un arma tan destructiva, cuando ya los japoneses estaban derrotados, Truman quiso probar la eficacia de un costoso proyecto para contar con el arma nuclear, y lanzar un mensaje intimidatorio a la Unión Soviética.

En Hiroshima y Nagasaki -por la arrogancia imperial de Estados Unidos- arrancó la era nuclear en una carrera armamentista que pone al mundo al borde de su autoextinción.

La tragedia de las dos ciudades japonesas sigue siendo una advertencia, un llamado a la sensatez para que jamás vuelva repetirse semejante barbarie, de consecuencias incalculables.