Un multitudinario silencio contuvo la capital holguinera en la tarde del 11 de diciembre, hace 38 años, cuando los restos sagrados del General Calixto García Iñiguez tuvieron, por fin, el entierro cubano pedido por su madre.

La Plaza de la Revolución que ostenta el glorioso nombre escolta, desde entonces, el sepulcro del último Lugarteniente General del Ejército Libertador, en el corazón de la tierra nativa y fuente de su genio militar, develada por Raúl, aquel mismo día, como Patria Chica de Fidel.

Saldaban los patriotas un débito impostergable con la insigne Lucía, quien impugnó el agravio del ejército yanqui a la dignidad patria, cuando lanzaron caballos a los ceñudos cubanos que fueron por el adiós al General, al arribo de sus restos a la necrópolis habanera para el sepelio.

Tenaz, la matriarca requería un legítimo entierro cubano a Calixto, en Holguín.

Renacer en la patria

El General de Ejército Raúl Castro Ruz y el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque encabezaron, hace 38 años, la última guardia de honor ese día al General de Tres Guerras Calixto García, en su casa natal de la capital holguinera.

De allí el cortejo cruzaría las calles que le vieron crecer, incansable en su esperanza por la victoria para la independencia de Cuba, como demostraba el postrer tributo en su patria libre.

A 120 años de su deceso en Washington, durante una misión del Ejército Libertador, su último Lugarteniente General cabalga invencible en la memoria de sus compatriotas, para desafiar el afán hegemónico del vecino norteño. Al calificar el ejemplo de Calixto, el día de su entierro cubano, el General de Ejército Raúl Castro Ruz citaba con rigor a Fidel: Nosotros entonces, hubiéramos sido como ellos; ellos hoy habrían sido como nosotros