En Cuba, desde el 59, los jóvenes también cuentan. Foto: cubadebate.cu

La Habana, Cuba.- Los aplausos rompieron el atento silencio del Teatro Chaplin, hoy el renombrado Karl Mar. El Che, con su mítica aura guerrillera, inauguraba, el 28 de julio de 1960, las comisiones de trabajo del Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes.

“(…) mis brazos y los brazos de toda Cuba están abiertos para recibirlos a ustedes, y para mostrarles aquí lo que hay de bueno y lo que hay de malo, lo que se ha logrado y lo que está por lograrse, el camino recorrido y lo que falta por recorrer. Porque aun cuando todos ustedes vengan a deliberar, en nombre de sus respectivos países (…) cada uno de ustedes (…) vino acicateado por la curiosidad de conocer exactamente qué cosa era este fenómeno, nacido en una isla del Caribe, que se llama Revolución Cubana”.

Esa curiosidad a la que se refería el Che no era solo de los presentes. En el año 60 las miradas del mundo se dirigían hacia Cuba. Los escépticos observaban, los incrédulos esperaban ansiosos la debacle y el resto buscaba en la pequeña nación la fuerza, el impulso y la motivación para luchar.

La historia que se vivía en la Isla era, sin dudas, increíble. A un año de la victoria del 59 el fervor revolucionario no cesaba. Continuaban la nacionalización de empresas extranjeras, la entrega de tierras a campesinos, que tuvo su máxima expresión con la Primera Ley de Reforma Agraria en el mismo año del triunfo, y la aplicación de medidas en beneficio popular. De manera paralela, la hostilidad del gobierno de Estados Unidos hacia Cuba se arreciaba cada vez más.

La Habana era, por tanto, el lugar ideal para acoger a una juventud comprometida con la soberanía de los pueblos de América. Aquí jóvenes martianos, marxistas y leninistas había logrado la independencia.

Asistieron al Congreso representantes de todos los países de América Latina y de más de 60 organizaciones, entre ellas la Unión internacional de Estudiantes, la Asamblea Mundial de la Juventud, la Federación Mundial de la Juventud Democrática, y la Federación Sindical Mundial.

Otto Vargas, quien fue presidente del Congreso, rememoró años después que esos “eran días febriles. Los delegados cubanos casi no pisaban el Congreso porque estaban requeridos por múltiples tareas”.

Como quedó recogido en las resoluciones, el foro tuvo un marcado carácter antiimperialista. Los jóvenes reafirmaron el respaldo a la Revolución Cubana y condenaron la hostilidad del gobierno norteamericano hacia la isla, al tiempo que defendieron el derecho de los pueblos a la “plena autodeterminación”.

En la jornada de clausura, el 6 de agosto, el entonces primer ministro e ídolo de millones de cubanos y latinoamericanos, Fidel Castro, intervino en el plenario.

“(…) América es una sola: campo de lucha por la libertad, campo de lucha por la dignidad y por la justicia.  Aquí o allá, todos tendremos que decir también ¡Patria o Muerte! aquí o allá todos diremos a la larga: ¡Venceremos!, ¡y venceremos!”.

América Latina hoy

Medio siglo después de aquel encuentro, las palabras de Fidel se mantienen tan vigentes como antes porque América Latina sigue siendo un campo de lucha, en el que la democracia se tambalea peligrosamente después de una época de reverdecimiento para la izquierda.

En nueve meses de gobierno Mauricio Macri se ha dedicado a destruir los logros del kichnerismo en Argentina, el gobierno constitucional de Venezuela es objeto de una feroz campaña de descrédito internacional y un golpe de estado parlamentario en Brasil separó del gobierno al Partido de los Trabajadores, que llevaba 14 años consecutivos al frente del país.

Sin embargo, como hace 50 años, los jóvenes están en pie de lucha junto al pueblo y todavía tienen como referente a una isla que, aunque enfrenta nuevos retos e intenta ajustarse a nuevas realidades, sigue firme en sus principios. Y como si esto no bastara, Fidel Castro arriba a sus nueve décadas de vida invencible.