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Fernando Pérez, uno de los directores más queridos de Cuba. Foto: Cortesía del entrevistado.

A Fernando Pérez no le gusta repetirse. Sus largometrajes –y su obra cinematográfica en general- se mueven constantemente entre las expresiones simbólicas más acabadas y la sencillez de una estructura narrativa, por decirlo de alguna forma, más lineal.

En ese oscilar entre diferentes recursos estilísticos para contar una parte de la realidad cubana, o lo que es lo mismo, retratar un fragmento de la vida nuestra en sus películas, el director de cine cubano más reconocido internacionalmente exhibió este año, en el 38 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano su “drama alegre” Chupa Pirulí.

Para el mundo el título de la cinta es “Últimos días en La Habana”, un nombre mucho más comercial, pero Fernando, aunque como cualquier director cumple con los “formalismos” del medio, está lejos de las banalidades humanas. Por eso, con orgullo y entre carcajadas, dice que a él le gusta más el nombre, Chupa Pirulí.

“Recuerdo que cuando le decía ese título a la gente, las primeras reacciones eran de risas, luego me decían que ese no era nombre para una cinta mía, o si no, me preguntaban si era una comedia. La verdad que Chupa Pirulí me da mucha gracia”, contó a Radio Reloj en la sala del apartamento de su hermana, en el piso 15 del edificio de 20 plantas ubicado en Infanta y Manglar, en el municipio de Centro Habana.

Fernando Pérz junto a Jorge Martínez y Patricio Wood. Foto: Cortesía del entrevistado.

Justo en el residencia de al lado vive él, y casi todo el mundo lo sabe. Por eso, allí llega gente de todas partes queriendo conocer al clandestino sin escondites, al hombre que supo colocar a Martí entre los mortales sin restarle un ápice de hidalguía a su grandeza, al que logró simplificar la vida –magistralmente- al acto de silbar y al que invitó a todos a su Suite preferida, el único lugar donde puede SER: La Habana.

A su casa de todos llegó el joven trabajador de banco, Abel Rodríguez, con un “guión” en la mano. “Cuando lo leí, dije, aquí hay una historia”. Y durante un quinquenio la historia de Diego y Miguel (Jorge Martínez y Patricio Wood en el filme) estuvo guardada a la espera del momento y las condiciones ideales para cobrar vida.

Con Chupa Pirulí, Fernando Pérez rompió su “costumbre” involuntaria de filmar cada cuatro años. “Me encantó filmar antes de mi tiempo acostumbrado, pero me dio un poco de miedo, por aquello de la suerte y de la cábalas”, confesó.

Sin embargo, el director de Madagascar sabe que en el mundo del séptimo arte, ni siquiera la suerte es garantías de éxito, por eso reconoce: “en este mundo siempre he tenido más preguntas que certezas. Cada película es un riesgo, por eso trato, al menos en primera instancia, de quedar satisfecho conmigo mismo y hasta ahora, creo que lo he logrado”.

«En este mundo siempre he tenido más preguntas que certezas», afirmó Fernando Pérez. Foto: Cortesía del entrevistado.

Dice que “el cine y el arte en general no es para transmitir mensajes, ni moralejas”, por eso no pretende que la película despierte una interpretación determinada en el público y mucho menos que lo aleccione, sino más bien que reflexione sobre la relatividad de los valores éticos y morales ante circunstancias muy específicas de la vida.

“Esta es una cinta muy sencilla. Por primera vez utilizo secuencias de hasta 10 minutos donde prácticamente no hay movimiento. Creo que tiene personajes muy interesantes, porque no son comunes y a su caracterización le dedicamos mucho tiempo. Aquí tuve la oportunidad de trabajar por primera vez con Patricio, cuyo personaje tiene un mundo interior muy rico y lo de Jorgito, para mí fue maravilloso. Estoy satisfecho con el resultado y con el trabajo de todo el elenco.”

Una vez más el Premio Nacional de Cine prefirió como escenario lo que muchos consideran la verdadera Habana, la de adentro. Un solar del barrio Los Sitios se le presentó como ideal, algo que no sorprende porque a Fernando le gusta mucho “caminar, compartir, aprender” en esos mal llamados barrios marginales, donde para él “está la expresión más popular del cubano y la verdadera temperatura de nuestra realidad”.

Sin embargo, hoy, gran parte del público le recrimina a los cineastas cubanos precisamente eso: el retrato constante de la parte de La Habana que no es maravilla. Fernando lo sabe, lo entiende, y afirma que en sus películas no se plantea mostrar aspectos de la realidad que otros lenguajes, como el periodístico, no reflejan.

Dos de los personajes más interesantes de «Úlltimos díaz en La Habana» junto a Fernando Pérez. Foto: Cortesía del entrevistado.

Por otra parte, a veces cuando se voltea la mirada a otras realidades igual de olvidadas por otros medios, pero que involucran a un grupo menor de la sociedad, gran parte de los espectadores y de la crítica, no lo entiende. Quizás eso fue lo que sucedió con “La pared de las palabras”, su filme más incomprendido y más autobiográfico.

“Entiendo que muchos no recibieran bien esa película, porque es muy dura, de verdad que es muy dura. Es una cinta sobre el dolor, sobre la ambivalencia y la diversidad de los sentimientos. Pero a la vez, es una historia que no te permite llorar, ni liberarte, y te deja con una carga de la cual es muy difícil despojarse”.

Hay quienes no han dudado en calificar como “muy negativas” o “desesperanzadoras” algunas de las historias que ha contado Fernando. ”La vida tiene demasiados tonos para verla en blanco y negro”, suspiró.

“Hay dolor, hay esperanza, hay alegría, pero también están los términos medios, esas etapas en las que no reímos, pero tampoco lloramos, en las que sabemos que algo no anda bien, pero no podemos movernos, en fin, yo he tratado de representarlo todo”.

Fernando Pérez, en su última producción. Foto: Cortesía del entrevistado.

Por eso, Fernando casi que se transforma a un mismo compás y a “películas más duras” les siguen otras “menos duras” y así, tal vez encuentra el equilibrio; porque nadie puede estar demasiado tiempo frente al dolor, sin al menos un respiro momentáneo que le permita, más tarde, ponerse de pie y seguir resistiendo.

Y quizás, también por esta razón, Fernando reconoce que hizo una película como “Chupa Pirulí” después de “La pared de las palabras”, porque definitivamente, es otra manera de ver la vida. “Aunque en esta cinta uno de los protagonistas se enfrenta a la muerte, la asume con una fuerza, con alegría, con entereza, por eso yo digo que es “un drama alegre”.

Una vez más llegó a la pantalla grande una historia relacionada con el SIDA y la homosexualidad, y aunque Abel, el guionista, estaba preocupado porque la cinta fuera una más, teniendo en cuenta que en estos tiempos (y en otros) varias películas cubanas han abordado esas temáticas, Fernando Pérez está tranquilo.

“El temía que la película fuera reiterativa pero yo le dije que eso no era problema nuestro, que esas historias están ahí esperando que alguien las cuente y que de un forma u otra son y han sido parte de nuestra realidad”, contó con la misma delicada cadencia en la voz que lo acompañó desde que comenzó a compartir sus experiencias.

Fernando casi que se transforma a un mismo compás y a “películas más duras” les siguen otras “menos duras” . Foto: Cortesía del entrevistado.

Aunque el estreno oficial de Chupa Pirulí fue en el Cine Chaplin de la capital cubana durante los recién finalizados días de Festival, Fernando comenta que se exhibió por primera vez en un taller de la Crítica en Camagüey.

“Esa provincia tiene un movimiento cultural muy fuerte. Está el Callejón de los Milagros, un lugar que yo definiría como único en el mundo, además tiene la Calle de los Cines, en fin, me pareció un lugar perfecto para mostrar la cinta, porque además, no me gusta que mi trabajo se quede solo en la capital”.

Del mismo modo, la cinta también tuvo un espacio en el Encuentro de Cine Joven y no podía ser de otra manera porque Fernando cree en la juventud, en su capacidad para encontrar sus propias formas de expresión, generadas por la época y las circunstancias históricas que le toca vivir.

También, y quizás por esa manera tan genuina de comprender la vida, a sus 72 años ve en el cine independiente “la expresión más importante del audiovisual cubano hoy, sobre todo porque los jóvenes ya no tienen que esperar por la industria, tienen el talento y se abren paso”.

Fernando Pérez: el cineasta que más ama a La Habana y al mar. Foto: Cortesía del entrevistado.

Tal vez en contradicción con lo que muchos piensen, el cineasta que más ama a La Habana y al mar que la rodea, considera que el cine cubano ha evolucionado con el decursar de los años.

“El cine fue muy afectado por la crisis económica de los años 90. Toda una generación de jóvenes que estaba por despegar perdió la oportunidad de llegar a realizarse como directores, pero en ese escenario tan desfavorable, la industria logró sobrevivir y con pasos más o menos sólidos, seguimos creando, formando y aprendiendo, hasta hoy”.

Una parte del público capitalino y la crítica especializada ya vio “Chupa Pirulí”. Una vez más, como ocurre tantas veces, las opiniones están divididas. Muchos de los espectadores adoraron la cinta y muchos de los críticos no se impresionaron, pero qué importa más que saber que el cine, La Habana y sus barrios olvidados, los jóvenes y Cuba, tienen a Fernando Pérez siempre imaginando como retratarnos.