Pide Amaury Rodríguez Marrero, de Encrucijada, en Villa Clara, que le ofrezcamos algunas indicaciones sobre la escritura de cartas.

Pero, Amaury, ya han ido esfumándose las reglas que la preceptiva tradicional imponía a la redacción de ese tipo de documentos, sobre todo a partir del surgimiento de internet y la llamada red de redes con sus correos electrónicos y mensajerías de Facebook, Twiter, Wassap, Instagram y otros…

El e-mail ha significado la muerte de un género literario en auge durante el siglo IXX y principios del XX: el epistolar. Cierto es que el intercambio electrónico permite una inmediatez comparable al diálogo telefónico, pero la brevedad que exige hace que desaparezca la prolijidad, la reflexión, el ejercicio de estilo y lenguaje…

Cartas de amigos

La preceptiva tradicional clasifica las cartas en comerciales y familiares. Las primeras con formato estricto y lenguaje protocolar, mientras que las epístolas familiares, -dirigidas a amigos, parientes y personas de confianza- son menos rígidas en su forma y se permiten una expresión adecuada al nivel de intimidad que se tiene con aquel a quien se escribe.

En Cuba tenemos brillantes modelos de correspondencia íntima, como las cartas de José Marti a su madre, hermanas y amigos, o las que intercambiaron Ignacio Agramonte y Amalia Simoni.

Para escribirnos, Amaury Rodríguez Marrero y cada oyente de esta Revista Semanal, puede hacerlo sin preocuparse por la caligrafía, el léxico o la extensión. Aquí recibimos con afecto las palabras del corazón.