Jagüey Grande, Cuba. – El 10 de febrero de 1869 estalló en Jagüey Grande  el único alzamiento independentista verificado en el Occidente de Cuba durante la Guerra de los X Años, no obstante esa singularidad, el suceso es casi desconocido por la historiografía cubana.

Algunos textos  lo reflejen de manera somera, mientras otros lo obvian en una injusticia histórica con aquellos que blandieron el machete insurrecto sumándose a la Revolución iniciada por Carlos Manuel de Céspedes en el ingenio Demajagua.

En 1867 la burguesía criolla, reformista por naturaleza, acudió a las Cortes españolas en busca de arreglos con la metrópolis en un intento por arrancarle a la corona algunas reformas, sin asomo de un espíritu de independencia. La respuesta española fue contraria a esos intentos, regresando los delegados a la isla con las manos vacías, lo cual alentó las ideas de la independencia.

El fracaso de los autonomistas empeñados en reformas coloniales, llevaron a la creación de la Junta Revolucionaria de La Habana, la cual agrupó a parte de aquella burguesía criolla interesada en fortalecer el capitalismo incipiente y que encontraba en España un escollo insalvable para sus aspiraciones.  Sin el radicalismo mostrado por los hacendados del oriente cubano, los occidentales se sumaron con reservas a la conspiración independentista.

Antecedentes en el sur de Matanzas

Antes del estallido de la Revolución en la Demajagua, en la región de Jagüey Grande, en el sur de Matanzas existían evidencias de actividades conspirativas, estimuladas por el hacendado jagüeyense Agustín Rodríguez y el matancero Juan Arnao.

Existen  evidencias del viaje en 1867 a la región matancera de Pedro Figueredo (Perucho) con fines conspirativos, mientras poco antes del levantamiento de Carlos Manuel de Céspedes recorrió la zona Francisco Javier Cisneros, también enrolado en planes conspirativos.

El 8 de noviembre de 1868, pocas semanas después del estallido de la Revolución, las autoridades de Colón alertaron a su similares de Jíquima mantener vigilancia sobre la zona de Jagüey Grande por evidencias conspirativas, encargando al teniente pedáneo de Guayabo Largo mantener observación de la región ante posibles acciones revolucionarias.

Mientras las autoridades coloniales tomaban precauciones, los conspiradores matanceros mantenían un fluido intercambio con la Junta Revolucionaria de La Habana, sirviendo los hermanos Mora (Antonio y Máximo) -propietarios de los ingenios Australia y América- como canal de comunicación con el núcleo habanero, de donde fueron enviados a Jagüey Grande los coroneles mexicano José Inclán y Gabriel González para fungir como asesores militares de un alzamiento armado. El primero logró sumarse a la insurrección, mientras el segundo no pudo completar su misión al resultar detenido.

Con una posición tibia ante la radicalización de las ideas independentistas, la Junta Revolucionaria de La Habana optó por no estimular los alzamientos en el occidente. Al respecto el historiador matancero José Fernández asegura que Es curioso y además demostrativo la actitud claudicante de los promotores de la revolución en Occidente, que de los alzamientos planificados sólo se verificó el de Jagüey, donde no existían propiedades de los miembros de la Junta, y se dejaran para después los de Güines, Jaruco y San Antonio de los Baños.

Suenan las armas por la independencia

El 10 de febrero de 1869 el delator Ignacio de Armenteros alertó a las autoridades de Colón de un inminente alzamiento, el cual se produjo ese propio día bajo la conducción de Gabriel García-Menocal Martín, administrador del ingenio Australia, quien había estructurado una amplia conspiración entre pobladores de Jagüey Grande, Hanábana, El Roque y Colón.

Gabriel García-Menocal jefe de la insurreción de Jagüey Grande

Con  unos 100 hombres armados,  los complotados se apoderaron del poblado de Jagüey Grande, e izaron la bandera cubana en lo alto del campanario de la Iglesia Católica, para entonces a medio construir y utilizada como guarnición por las tropas españolas.  Narcisa Deop y García-Menocal esposa del jefe de la revuelta lo acompaño en la insurrección portando la bandera cubana.

Narcisa Deop y García-Menocal

En los días sucesivos los alzados en Jagüey Grande protagonizaron varios encuentros armados con las fuerzas españolas y los voluntarios del batallón Chapelgorris de Guamuta, enviados a la zona con el firme propósito de ahogar en sangre la sublevación.

El 14 de febrero se combate en la finca Galdós; el 17 José Elías Guerra, procurador de la ciudad de Colón, fue fusilado por estar vinculado al alzamiento de Jagüey; el 18 se combate en la finca La Sirena, mientras ese mismo día se internan en la Ciénaga de Zapata unos 200 hombres bajo el mando del mexicano Inclán, quien asienta su jefatura militar en el punto conocido por El Jiquí.

En esa fecha salieron los insurrectos desde Cayo Bejuco atravesando las riberas pantanosas de Murga y Zarabanda  llegando al lugar conocido como El Jiquí, lugar donde Inclán asentó su jefatura. Para ese entonces numerosos grupos de otras zonas marcharon casi todos desarmados a unirse a sus compañeros. Ya para el 25 de junio de ese año estaba formada la columna de operaciones de Jagüey Grande, al mando de José Inclán, iniciándose así una serie de operaciones militares en las jurisdicciones de Colón y Cienfuegos.

Ante estos acontecimientos y en un proyecto de pacificación de la isla, el Capitán General Domingo Dulce y Garay emitió una amnistía para los alzados de Jagüey Grande que depusiesen las armas, oferta que no fue acogida por la mayoría de los insurrectos, quienes bajo el mando de Inclán fueron moviendo sus acciones más hacia el este, alejándose las operaciones militares de la zona sur de Matanzas.

Ante la tenacidad del grupo internado en la Ciénaga de Zapata, el gobierno español desató una ola represiva contra el territorio, enviando a más de 6 000 soldados para aplastar a los insurrectos. Según Dionisio Poey, fueron fusilados en Jagüey Grande más de 150 personas, en su mayoría inocentes.

El grupo de voluntarios conocido como los Chapelgorris de Guamutas, al mando del administrador del Ingenio El Líbano, Claudio Herrera, se hizo tristemente famoso por los crímenes y atropellos cometidos en toda la Jurisdicción de Colón.

Un exmiembro de este grupo de voluntarios publicó en Méjico  -en 1896- un libro sobre la guerra en Cuba, donde escribió: Herrera persiguió de muerte a los inermes cubanos; prendió a muchos, fusiló a varios y llenó de luto y terror al desgraciado caserío de Jagüey Grande.

El grupo insurrecto siguió combatiendo y llegó, incluso, a tener que alimentarse con calabazas crudas, a esto se le unía la falta de armamento y municiones, por lo que Inclán decidió pedir ayuda a la Junta Revolucionaria de Nueva York, integrada en gran medida por hacendados y ricos propietarios.                                                                      

República de Cuba                                                                                                                                      

Ejército Libertador                                                                                                                                        

Columna de Operaciones  de Jagüey Grande.                                 

El que suscribe Coronel Jefe de esta columna autoriza competentemente a los C.C. Juan Pardo, Gabriel Menocal y Joaquín Mora para que se presenten en nombre de la República a la  Junta de Nueva York con el fin deque, hecho mención de las circunstancias que rodean esta columna y mérito de la localidad, preste su apoyo, si lo juzga conveniente, en la adquisición de parque y alistamiento de las tropas que le fuere posible reclutar, como así mismo la provisión de armas corres pondiente. Todo lo cual eleva el conocimiento del General en Jefe de este departamento en esta misma fecha.

Patria y Libertad -Campamento en El Jiquí

 Partido de Yaguaramas.

 Junio Veinte y uno de 1869, segundo de la Independencia.                                                        

José Inclán   

A través de una gestión familiar, Gabriel García-Menocal resolvió un salvoconducto del Capitán General, saliendo a Estados Unidos con la familia y la orden expresa de Inclán de interceder con la Junta Revolucionaria de Nueva York.  En 1869 se verifica la presencia de la familia en Brooklyn, pero poco después se asientan en México donde establecen negocios agrícolas. Gabriel García-Menocal no regresa más a los campos de batalla en Cuba.

La  Columna de Operaciones de Jagüey Grande bajo las órdenes del mexicano Inclán, realizó varias operaciones en la jurisdicción de Colón y en la de Cienfuegos. En agosto de 1869 sostuvo un combate en la finca El Rosario. Murieron dieciocho combatientes.

Las autoridades españolas tenían el propósito evidente de sacar a los insurrectos de la Ciénaga y enviaron varios batallones de Cárdenas, Matanzas y Colón hasta Caimito del Hanábana, pero no lograron su objetivo.

En enero y febrero de 1870, el coronel José Inclán, en coordinación con el mando supremo de la Revolución, se lanzó a una invasión de la provincia de Matanzas y llegó hasta muy cerca de la capital provincial. En el camino, quemó doce ingenios azucareros.

Ese propio año las autoridades de la Revolución, solicitaron la presencia de José Inclán en la región oriental, quedando al mando de las fuerzas cubanas en el sur de Matanzas a cargo de Dámaso Madrugada, pero ya para entonces la actividad revolucionaria languidecía en la región.

Sin dudas el alzamiento independentista de Jaguey Grande merece un mayor conocimiento de aquellos sucesos revolucionarios, ocurridos hace 155 años.