Por. Marilys Suárez Moreno

Año tras año, desde aquel infausto 6 de octubre de 1976, nuestro pueblo recuerda conmocionado la fecha del criminal sabotaje a un avión de la línea cubana que realizaba vuelo regular entre Barbados, Kingston y La Habana.

En pleno vuelo, el aparato fue aniquilado por una carga explosiva a los pocos minutos de haber despegado del aeropuerto de Barbados.

Con heroísmo indescriptible, los bravos y expertos pilotos de la nave hicieron un supremo esfuerzo para hacerla regresar a tierra.

Pero el avión, ardiendo y casi destruido solo pudo permanecer en el aire unos minutos más antes de precipitarse al mar. De hecho, contaron con el tiempo y la entereza suficientes para explicar que había ocurrido una explosión a bordo.

Conmovidos e indignados

Durante el acto de despedida de duelo a las víctimas del sabotaje al avión cubano en aguas de Barbados, en el que perecieron 73 personas, entre ellos 57 cubanos, Fidel expresó:

“Conmovidos, luctuosos, indignados, nos reunimos hoy en esta histórica plaza para despedir aunque solo sea simbólicamente, los restos de nuestros hermanos asesinados en el brutal acto terrorista perpetrado contra un avión civil en pleno vuelo”.

La mayor parte de los restos yacen en las profundidades abismales del océano, sin que la tragedia permitiera siquiera a los familiares allegados ni aun el consuelo de sus cadáveres.

«Solo 8 cubanos pudieron ser rescatados”, dijo Fidel entonces. Entre los viajeros del avión siniestrado había 11 jóvenes guyaneses y 5 trabajadores norcoreanos.

 Pendiente de justicia

En pleno vuelo el avión fue destruido por una carga explosiva a minutos de haber despegado del aeropuerto de Barbados.

“¿Quién sino la CIA, al amparo de las condiciones de dominio e impunidad imperialistas establecidas en este hemisferio, puede realizar estos hechos?”, se preguntaba Fidel en el acto de despedida de duelo.

Terroristas de origen cubano perpetraron el crimen. Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, actores intelectuales del vil ataque a la aeronave de Cubana, ya fallecieron, pero la cuenta no está saldada, mientras criminales como ellos se paseen impunes por el mundo, sembrando el terror y la muerte.

Los caídos en aquel vuelo que llenó de luto al pueblo siguen vivos en la memoria de los suyos y de cada cubano. Una herida que el tiempo no alivia, porque las ansias de justicia siguen pendientes.