La Habana, Cuba. – En estos tiempos de guerras desatadas a diestra y siniestra, tanto mediáticas como frías o calientes, me parece oportuno ir las páginas de un texto imprescindible para comprender como la guerra es el leit motiv, de la que Lenin llamó fase superior del capitalismo: me refiero al libro “El pentagonismo, sustituto del imperialismo” escrito por el dominicano Juan Bosch en el año 1966 y editado por la Editorial Ciencias Sociales en el 2007.

El autor de este texto, Juan Bosch, fue un escritor y político dominicano que ganó la presidencia de su país en el 1962, pero a los siete meses fue derrocado por un golpe de estado. El estadista, uno de los más honestos que ha tenido su país, es además considerado como uno de los escritores más preclaros de Latinoamérica.

El volumen hace referencia a un sistema, que va desde lo político a lo económico, pero sin dejar de estar revestido de poder militar. Se habla de la influencia del Pentágono (Ministerio de Defensa, o mejor dicho de la Guerra) en la política estadounidense. Una tesis fundamental del texto es que ya desde los años cincuenta, tras la Segunda Guerra Mundial, el poder se distribuye en Norteamérica de la siguiente forma: las decisiones fundamentales de política exterior y su confirmación pasaron al Pentágono; el gobierno o las administraciones civiles quedaron para las tareas de orden interior. El tambien escritor y ex presidente dominicano, Leonel Fernández, en el prologo del libro plantea: “las fuerzas militares de un país pentagonista no se envían a conquistar dominios coloniales. La guerra tiene otro fin, la guerra se hace para conquistar posiciones de poder en el país pentagonista, no en un territorio lejano. Lo que se busca no es un lugar donde invertir capitales sobrantes con ventajas, lo que se busca es tener acceso a los cuantiosos recursos económicos que se movilizan para la producción industrial de guerra, lo que se busca son beneficios donde se fabrican las armas, no donde se emplean, y esos recursos se obtienen en la metrópoli pentagonista, no en el país atacado por ella.”

El libro tiene una extraordinaria vigencia pese a haber sido escrito hace 55 años, al proponer el remplazo del concepto clásico de imperialismo y analizar cómo la conducción de la política exterior de los Estados Unidos responde aun fenómeno diferente, el pentagonismo. La hegemonía política propia de una metrópoli pasa a ocupar un espacio secundario en los intereses del país pentagonista y sus acciones militares en el exterior se orientan más al control de los recursos naturales de los países invadidos y a las ganancias que por la vía de la industria militar toda guerra genera a los productores de armamentos. La descripción de la proyección pentagonista en el área del Caribe permite la extrapolación al actual escenario donde, con el argumento de la lucha contra las drogas, el terrorismo, la emigración o el fantasma del comunismo, la toma de decisiones de la Casa Blanca se orienta cada vez más por las acciones militares, no olvidar el restablecimiento de la IV Flota de la armada estadounidense y las siete bases militares en Colombia entre otros ejemplos. Asimismo, el autor explora la psicología del ciudadano estadounidense y llega a una descripción de los valores generales de la sociedad civil de ese país, llegando a explicar las reacciones de rechazo, tolerancia o aceptación, según sea la coyuntura en que la política intervencionista cobre nuevas víctimas.

Un ejemplo fehaciente de este proceso se está viviendo actualmente en el conflicto entre Ucrania y Rusia, donde por años Estados Unidos trabajó activamente para arrinconar y acosar a Rusia al punto que ésta tuvo que responder con una intervención militar, y ante cada esbozo de acercamiento entre las partes, la señal que llega del Potomac es mas apoyo militar a Ucrania. Eso me hace recordar la carta escrita por el subsecretario de guerra estadounidense en el ya lejano 1898 refiriéndose a la guerra hispano -cubana, “nuestra política debe ser siempre apoyar al más débil contra el más fuerte hasta que hayamos obtenido el exterminio de ambos a fin de anexarnos la Perla de las Antillas”. Europa debía estar al tanto de eso, pero, cosas veréis, aquí acabo. Ah y recuerden si me ven por ahí me saludan.