La Habana, Cuba. – Parece mentira, pero un globo ha acelerado el curso de colisión que ensombrece las relaciones entre Estados Unidos y China.
Desde hace años, con la potente emergencia económica china, Washington ha apuntado sus armas hacia Beijing, al considerar a ese país como el principal desafío para la hegemonía estadounidense. Por eso, la Casa Blanca no deja pasar la oportunidad de acusar al gigante asiático de cuanta desgracia aparece en el escenario internacional.
La proverbial paciencia china resiste las acusaciones, que casi siempre son apresuradas, como ocurrió con el publicitado incidente con un globo aerostático derribado sobre territorio estadounidense.
Como era de esperar, Washington se lanzó rápido a denunciar un supuesto espionaje chino, una imputación que también se desinfló con el paso de los días.
Ni chinos, ni extraterrestres
La realidad, que siempre es terca, ha obligado a Estados Unidos a descartar varias hipótesis sobre el globo aerostático recién derribado.
Desde el Consejo de Seguridad Nacional se aclaró que nada indica por ahora que se trate de un artefacto espía chino. Tampoco hay indicios de que sea un artilugio extraterrestre, la más disparatada de las hipótesis, que un general norteamericano se negó a descartar, lo que provocó una avalancha de excéntricas especulaciones.
Entonces, ni chinos, ni extraterrestres, sino objetos a merced del viento, sin mecanismos de propulsión, y en apariencia solo vinculados a entidades comerciales.
Desinflado el globo, lo que quedó fue la confirmación de que Estados Unidos tiene a China entre ceja y ceja y, como hizo una vez con la URSS, la va a culpar de todo cuanto se le ocurra.