Por: Gardenia Companioni

No es ningún secreto que La Habana Vieja se estructura en torno a sus plazas, cada una con su abanico de atractivos.

Y entre ellas, la de la Catedral, dedicada a la Virgen María de la Concepción Inmaculada, uno de esos bellos lugares del casco histórico de la ciudad capitalina.

En su entorno, varios palacios elegantes, embellecidos con pórticos para dar sombra y protección contra las tormentas tropicales, que una vez alojaron a los aristócratas y comerciantes más importantes de la ciudad.

Escenario de todo tipo de celebraciones tales como ejecuciones, corridas de toros, autos de fe, representaciones teatrales, fiestas, torneos, canonizaciones y proclamaciones, la Plaza de la Catedral ha cambiado de nombre hasta en 10 ocasiones, dependiendo de las diferentes etapas de la historia de Cuba.

Antiguo terreno pantanoso

EN 1560, la Plaza de la Catedral era un espacio pantanoso denominado la Plazuela de la Ciénaga, que fue drenada, y tomó forma con la construcción de una Ermita dedicada a San Ignacio, a partir de la cual surgió la Iglesia y el Real Colegio de la Compañía de Jesús.

También se construyó la Catedral de La Habana, por lo cual se pavimentó la plaza convirtiéndose en el lugar preferido de las familias más ricas de la ciudad para edificar sus palacios.

La Catedral es el principal atractivo turístico de la Plaza, gobernada por el templo barroco que parece haber sido esculpido en piedra ahí mismo. Su soberbia fachada está adornada por columnas adosadas, y arcos ondulados que asemejan una ola del mar.

Casi al final del siglo XVIII, albergó los restos mortales de Cristóbal Colón hasta la salida de los españoles de la Isla, y que ahora descansan en la Catedral de Sevilla.