Dicen que tenía voz profunda como sus poemas salidos de las fuentes eternas del amor, la naturaleza y los niños, esa fue Lucila Godoy Alcayaga, la mundialmente hecha en dos palabras: Gabriela Mistral.

De la chilena Premio Nobel de Literatura son las obras Ternura, Tala, Desolación y Lagar, entre sus costumbres estaba leer diariamente, escribir por más de 5 horas y al crear cada verso apuntar dos como sustitutos perfeccionistas.   

De aquella maestra de escuela, poetisa de fina esencia que representó diplomáticamente a su país, se sabe que lloraba la desaparición de su madre, la pérdida del primer y gran amor y la trágica muerte del sobrino que crió y educó. 

Mujer que respetó su raíz latinoamericana, su idioma de infinitas palabras y los ardores del país austral, Gabriela Mistral murió, sin embargo, en el frío Nueva York del 11 de enero de 1957.

La Mistral, enamorada de Martí

En una de sus tres visitas a Cuba, la poetisa Gabriela Mistral impartió una conferencia sobre José Martí en un pobladito, al concluir, alguien comentó que la chilena estaba enamorada del insigne cubano.

Al oírlo, la Mistral respondió: Lo único que lamento es no haberlo conocido personalmente. Y usted también se hubiera enamorado de conocerle, y de su admiración, manifestó que era el escritor hispanoamericano más ostensible en su obra.

La Premio Nobel en una de sus estancias vivió en casa de Dulce María Loynaz, entre las mujeres más importantes de las letras cubanas; y menos conocido es que apoyó movimientos democráticos y progresistas como la Protesta de los Trece.

De Gabriela Mistral dijo Mirta Aguirre: El pelo, que era negro, platea. El gris se ha hecho blanco. Una mujer alta, recia y fuerte como una cordillera comienza a declinar en ojos débiles, en salud precaria.

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